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.Se despertó muy temprano por la mañana y salió al balcón a inundar sus pulmones de aire fresco. Cerró sus ojos y se dejó envolver por el precioso canto de las aves. Apreciar la belleza de la naturaleza le recordaba lo maravilloso que era estar viva.
Disfrutó unos minutos del concierto mientras los rayos del sol le iluminaban el rostro. Sonrió y agradeció al cielo el sentirse tan dichosa.
Volvió a su alcoba y se sentó sobre su lecho. Buscó bajo la almohada su diario y lo abrió en una nueva hoja en blanco. Tomó una pluma que descansaba en su mesa de noche y con alegría plasmó sus emociones.
Mikasa aún no podía creer cómo su vida cambió en tan pocos días. Desde que volvieron de la mansión Derby, había pasado pensando en su inesperado compromiso y en ese apuesto y caballeroso duque que sería su marido. Sintió cómo sus mejillas se tiñeron de un rojo carmesí al evocar su delicado rostro. Ese hombre poseía un atractivo natural y una mirada tan profunda con un aire de misterio.
Suspiró al terminar de escribir y con delicadeza guardó el pequeño libro en un rincón especial, el cual era dedicado a sus pertenencias más personales.
Se puso de pie y caminó hasta el armario para buscar un hermoso vestido. Esa tarde saldría por primera vez con quien sería su futuro esposo y deseaba estar impecable. Estaba tan concentrada en elegir la prenda perfecta que no se percató de la presencia de alguien más en su habitación.
—Hija, ¡aquí estás! —exclamó con algarabía su madre al encontrar a su pequeña inmersa entre sus atuendos—. Creí que seguías dormida.
—Madre, ¡buenos días! —le saludó con un cálido abrazo—. Me desperté temprano y aproveché en buscar algo sencillo para ponerme —musitó con un leve sonrojo en sus mejillas, expresión que le indicó a Hange que estaba mintiendo. Desde que era una niña había notado ese particular gesto en su hija siempre que le ocultaba algo—. Después del desayuno le pediré a Sasha que me ayude a escoger un vestido para el día de campo.
La condesa entendía el actuar de su pequeña, ya que a ella le pasó lo mismo cuando se comprometió. Era normal que se sintiera nerviosa y quisiera disimular sus emociones restándole importancia al paseo con su futuro marido. La primera cita sería crucial, y Hange se aseguraría de que su hija fuese a la altura.
El duque de Cornawall quedaría más enamorado al reafirmar que había elegido como compañera a un diamante.
—Ven conmigo. —Su madre la tomó de la mano con cuidado—. Quiero mostrarte un obsequio que reposa en tu cama.
—¿Qué es? —inquirió asombrada, la azabache no esperaba ningún presente.
—Ábrelo y descúbrelo por ti misma —indicó al señalarle una enorme caja que encontraba en su lecho—. Sasha, ¿puedes ayudarle?
—Con gusto, milady. —La doncella se acercó hasta el obsequio y con cuidado retiró la tapa dejando al descubierto lo que ahí se encontraba.
Mikasa parpadeó rápidamente, y se llevó sus manos hasta la boca cuando su doncella sacó la prenda y la extendió sobre sus sábanas blancas. La joven no podía creer lo que estaba apreciando. Su madre se había encargado de regalarle el vestido perfecto para su día de campo.
Nunca se cansaría de agradecerle a Dios por los excelentes padres que le habían tocado. Los dos se preocupaban por hacer de su vida un verdadero cuento de hadas.
—Ma-madre, ¡esto es precioso! ¡Muchas gracias! —expresó con alegría a su amada progenitora—. No debías hacerme este presente.
—¿Tú crees que la condesa de Jersey mandaría a su hija, a su primera cita con su futuro esposo, en harapos? —indagó enarcando una ceja—. Querida, mi labor como madre es procurar el bienestar de mi pequeña. Tú eres para mí lo más importante.
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Mirada esmeralda [EreMika]
VampirEn sus caricias encontraría todo lo que una señorita bien educada no debería desear. Pero, ¿quién determinaba las normas de conducta cuando se encontraban en la intimidad? ¿Cuál era el secreto que guardaba bajo esa sombría y seductora mirada esmeral...