Capítulo 10

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El péndulo del antiguo reloj, anunció la llegada de la medianoche.

Eren se despidió de su primo para ir a dormir a sus aposentos. Ese día, fue muy pesado, ya que el trayecto de regreso, lo dejó agotado. Quería dormir por largo tiempo; sin embargo, sus responsabilidades lo obligaban a despertar temprano; exactamente, junto al alba.

El ducado no reposaba ni los fines de semana.

Jaeger subió las gradas; acompañado únicamente por una lámpara de aceite que llevaba en las manos. El moreno recorrió el largo pasillo, hasta llegar a su alcoba. Giró la perilla y entró. Sin imaginar que se encontraría con una agradable sorpresa, sentada en su cama.

—¡Mikasa! —exclamó, poniendo la lámpara en una mesa, al lado de la puerta—. ¿Qué haces despierta? ¿Creí que ya estarías dormida?

—¿Aquí o en la habitación de la duquesa? —inquirió, cruzando los brazos alrededor de su pecho. Realmente, estaba molesta—. Porque según entendí, este recinto es sagrado —espetó con sarcasmo, afilando la mirada para observar a su esposo—. Ya que solamente puedo entrar aquí, cuando tú lo decidas.

—¿Te he dicho lo hermosa que te ves cuando estás molesta? —preguntó, sentándose a su lado. No lo podía negar, la duquesa se veía preciosa en todas sus facetas. Sin embargo, se percató de la furia que la embriagaba. Así que, continuó conversando; necesitaba saber qué o quién la enfadó tanto—. Mikasa, ¿qué es lo que te ha perturbado?

—Eren, no pretendo cambiar tus costumbres ni tu manera de pensar —esbozó sin titubear. Fijando la mirada en las esmeraldas de su marido—. Tampoco pretendo pisotear las normas establecidas por la aristocracia. No obstante, hay ciertas reglas que no puedo, ni quiero soportar.

El duque la observó sin parpadear. Él se imaginó hacia dónde quería llegar. Por lo tanto, la escuchó hasta el final. Fue evidente que alguien ya le había comentado los antiguos patrones que compartían sus progenitores. Sin embargo, ellos no estaban obligados a adoptarlo. Además, cada pareja era libre de decidir qué hacía y qué no.

No obstante, las tradiciones de la familia Jaeger estaban muy arraigadas. Además, de las que ya estaban estipuladas por el ducado. Eren conocía todos los estatutos a la perfección, pero como nunca le habían importado; nunca les puso cuidado. Por lo tanto, esta vez no sería la excepción.

Sin embargo, con la emoción de la boda, olvidó comentárselos a su mujer. Eso debió ser una prioridad. Una charla que se debió tocar desde el cortejo. No obstante, el duque asumió que al decirle que ella tenía la potestad de hacer lo que quisiese, había sido suficiente. ¡Qué idiota! ¡¿Cómo se le pudo olvidar algo tan importante?!

»—Estaba consciente que, como matrimonio, tendríamos habitaciones separadas. Así, cada quien podría preservar su espacio —arguyó, frunciendo el ceño. Ese dato, honestamente, no le preocupaba; pero lo que sí la conflictuaba, era el hecho de tener que estar divididos por una enorme distancia. Eso, realmente era demasiado—. Sin embargo, ¡me niego a parecer una vagabunda que espera migajas de amor de su amante! —expuso—. Eren, ¡tú eres mi marido! Juramos ante Dios permanecer unidos. Compartiendo todo, absolutamente todo. Entonces, ¿cómo pretendes apartarme de tu lecho? ¿Cómo imaginas que pasaré las noches sin sentir el calor de tu cuerpo? ¿O tú ya no quieres despertar entre mis brazos? —inquirió, viendo a su esposo negar con la cabeza. Algo que la alivió, pues significó que él tampoco quería que estuviese alejada—. Por lo tanto, ¡me niego a dormir en otra alcoba que no sea la tuya!

—Mi amor —musitó el duque, acariciándole la mejilla con dulzura. Escucharla tan segura, le fascinó. Lo llenó de orgullo y de satisfacción. Eren sonrió, triunfante; admirando a la mujer de la cual se enamoró—. Perdóname, por favor. Por el tema de la boda, olvidé comentarte las normas de esta casa —confesó, sintiéndose terrible por su error—. Sin embargo, ninguna regla es palabra de Dios; así que, tienes mi autorización para mandar las que desees al demonio. La única ley que se debe cumplir aquí, es la que salga de tus labios. Solo tú tienes la autoridad de hacer lo que te plazca.

Mirada esmeralda [EreMika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora