Prólogo

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Nunca había sentido algo así, algo tan desgarrador, tan profundo, tan vacío.

La huida, el rechazo, la perdida, la muerte, nada había sido tan doloroso como el día en el que cogiste todo de mi y desapareciste. Nada nunca se podrá comparar a lo que sentí esa noche, como me sentí durante días, semanas y meses.
Porque tú, me dejaste el mayor vacío existente cuando te fuiste.

No quería que fuese una anécdota que contar a mis nietos, como había perdido a mi primer amor, mi único amor. Quería borrarte de todos los rincones a los que te habías colado, quería sacarte de cada pensamiento y hurgar hasta el fondo de mi ser para que volvieras a ser una persona más. Pero había sido más fácil tirar tus cosas, romper tu foto en cada revista, incluso impedir que se mencionase tu nombre, eso había sido sorprendentemente fácil. Lo difícil había venido después, cuando me levantaba y no estabas, cuando el armario, el baño, las sábanas, habían dejado de oler a ti. Cuando cada cosa existente me recordaba a ti, cuando cada persona con la que estaba no me hacía sentir ni la mitad que tú.

Te odie, y me odie tanto que casi lo dejo todo y vuelvo corriendo a ti, pero no pude. De nuevo.

Tarde días en volver a salir de casa, en ir a las reuniones, acudir a la pretemporada fue lo más difícil.

Salía lo menos posible del box, no podía verte porque pensaba que me moriría. No fue así.

Te vi un sábado antes de la clasificación con tu equipo mirando las estadísticas del coche. Luego te vi después de la carrera en una entrevista, reías y no pude entender como eras capaz de hacerlo, cuando yo ni siquiera era capaz de sonreír. Luego comprendí que fingir era lo más fácil y que lo menos complicado de todo esto era parecer que tu vida iba hacia arriba cuando en verdad estaba en el fondo del pozo.

Las semanas pasaron y el lugar que ocupabas en mi estaba desapareciendo al igual que tu, porque mi mente conseguía hacerte desaparecer cuando pasabas por alrededor.

Ganar era emocionante y perder fue realmente fácil, ni si quiera sentía dolor por ello.

Más tarde llegaron lo que yo llamo los días de lucidez terminal, los médicos se refieren a ello como los momentos de un paciente antes de su muerte donde mejora notoriamente de la nada, comienza a andar, a comer, etc pero muere poco después. Algo similar me ocurría, salía, me divertía, cantaba, reía y cuando volvía a estar en mi cama me hundía hasta el fondo. Aún tengo alguno de esos días.

Aún te quiero.

Evermore // Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora