10. Gula

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«Samael, hazlo ya».

—No, no puedo, debo tocarlo, debo tocar su piel—susurre.

—Vamos chico, se que quieres, tócame.

Estire mi mano directo a su torso pero antes de llegar sentí un calor entre mi piel y la tela de mi interior, reaccioné rápido y saqué la varita de ese lugar, al entrar en contacto con mi mano todos los pensamientos impuros se fueron.

—Pues te equivocas, no caeré en tus tentaciones.

—¡Qué! ¿Como es posible? Ya estabas bajo mi control—aseguró.

—Muy bien dicho, estaba, ahora deja ir a mis amigas o te las verás conmigo—amenace mientras lo apuntaba.

Se empezó a reír fuerte y de repente se detuvo. —Que insolente eres brujo, pero verás, hoy estoy de animo así que los dejaré pasar con una condición.

Se empezó acercar a mi y al estar nuestros cuerpos juntos, susurró en mi oído:

—¿Aceptas? No te quitará mucho tiempo.

Me rodé más atrás, separando nuestros cuerpos, mire a Eliette y a Merligina quienes todavía se seguían besando salvajemente y suspire.

—¿Cuál es la condición?

Se volvió acercar a mi y lentamente bajo su mano a mi miembro, rápido la aparte pero eso no impidió que susurrara en mi oído:

—Déjame estar contigo unos minutos y los dejaré ir sanos y salvos.

Abrí mis ojos de par a par por lo que acababa de escuchar, estaba indeciso si hacerlo o no, por una parte esa era la única forma de salir y la otra es que estaba cayendo en sus juegos de una u otra forma.

—Está bien, lo haré, pero por favor para ya lo que están haciendo ellas.

Sonrió y lentamente se acercó a ellas, chasqueó los dedos y se detuvieron para luego mirarlo.

—Brujas intensas, les ordenó que calmen sus deseos y nos esperen sentadas en esa cama, se los ordena su rey.

Hipnotizadas acataron la orden que les dio Asmodeo.

—Listo brujo, sígueme.

Se dirigió a una de las paredes y abrió un portal hacia otra habitación vacía, esta tenía las mismas características que la anterior.

—Entra—ordenó.

Asentí y entre a la otra habitación, él hizo lo mismo y el portal se cerró.

—Suelta la varita.

La solté y la puse en la mesa que estaba a mi lado, de repente el deseo y las ganas volvieron a mí, esta vez no aguante y me acerqué a él para consumirme entre su piel, era tal como la imaginé, tan suave, tan delicada, tan tentadora que cada que la recorría el deseo se hacía más fuerte haciendo que nuestros cuerpos se unieran en la cama, en esa cama que escuchó gemidos y gritos de placer, un placer incontrolable que si le prestabas atención poco a poco te robaba energía, la respiración agitada por la turbulencia de sensaciones que nunca antes había sentido, cada vez quería más de su piel pero solo fue unos minutos fugaces porque la varita volvió a mi mano y solo quedaron como recuerdos.

—Ves que era muy fácil salir de aquí—dijo mientras se ponía su única prenda de vestir.

Fruncí el ceño y rápidamente me puse mi ropa, al estar todo en orden volvimos a la habitación donde habíamos dejado a las chicas. Asmodeo tomó una pequeña daga de la mesa y sin pensarlo hizo una herida en su mano de la cual salía sangre, se acercó a Eliette y le ordenó que abriera la boca.

Metanoia: el juego del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora