14. Yo y solo yo

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Lyra Dubois.

Mira quien tenemos aquí—dije mientras ella se despertaba—. Nunca creí que llegarías tan lejos.

Mis compañeros habían peleado con ella al encontrarla cerca de la entrada a este mundo, como era de imaginarse no pudo resistir mucho y fue herida por un hechizo en su brazo que la hizo desmayar.

—¿Qué hacemos con ella? —preguntó mi compañero al ver que la chica no respondía.

—Por ahora me divertiré un rato, tú y Alice salgan a vigilar el refugio.

Ellos asintieron y acataron mi orden. Detalle a la chica atada y solo me miraba con repudio.

—¿No quieres hablar? ¿Acaso te arrancaron la lengua?

Ella giró sus ojos y la rabia me consumió haciendo que le pegara una cachetada en la mejilla.

—Te hice una pregunta, responde a tus superiores, aldeana —ordene y hice énfasis en la última palabra.

—¿Qué quieres? Suéltame—habló entre dientes.

—Ya empezamos a entendernos.—Empecé a caminar alrededor de la silla en donde se encontraba atada—. Verás, como te dije antes, ustedes no merecen estar aquí y me encargaré de eliminarlos, uno por uno, y que crees, tú encabezas esa lista.

Ella se removió en la silla pero las cuerdas atadas en su cintura no permitieron que se levantara, saqué mi cuchillo y lo puse en su cuello.

—Ni se te ocurra volver a moverte o te clavaré este cuchillo.

—¿Donde están mis cosas? —preguntó y aleje el cuchillo de su cuello.

—No se, supongo que quedaron en el lugar de tu inmunda derrota.

Camine hacia mi mochila y saque un pequeño libro de hechizos.

—¿A cuantos has matado? —preguntó.

Sonreí y voltee a mirarla.

—A ninguno.—Observe como se tranquilizaba—. Pero no te alegres, a lo que me refiero es que jamás ensuciaría mis manos con sangre impura, para eso tengo a mis secuaces, ya se han encargado de tres.

Volví a mirar el libro y encontré lo que buscaba, así que empecé a recitar el hechizo.

—Invocavit dolorem, invocavit immitem, invoco daemonem minorem, venite Duriel, ad subveniendum mihi vincendum—«invocó el dolor, invocó al sin compasión, invoco al demonio menor, ven Duriel para que me ayudes a vencer ».

La luz que iluminaba la cueva se desvaneció y un olor a azufre inundó la habitación.

—Te deseo suerte, aunque no creo que la necesites al lugar a donde vas—dije antes de salir corriendo.

Eliette Hiems.

Intente moverme pero me era imposible, las cuerdas cada vez apretaban más fuertes, debía salir rápido o el demonio que había invocado Lyra iba a aparecer.

La oscuridad y el olor azufre reinaba el lugar, cada vez el ambiente se hacía más pesado, un fuerte dolor de cabeza se empezó a apoderar de mi y cuando creí que no se podía poner peor, sentí una fuerte respiración en mi espalda.

—¿Quien eres? —pregunte aguantando el dolor.

No me respondía, pero sabía que estaba ahí, ya había llegado. De repente, sentí que algo pegajoso caía en mi cara y tenia un olor nauseabundo, contuve mis ganas de vomitar y pensé en un hechizo para desatar mis manos.

Metanoia: el juego del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora