12. Sed de venganza

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Egeón Gabay.

Había llegado hasta la gran cabaña en la cual se encontraba uno de los príncipes de los demonios y una diosa cautiva llamada Adefagia , estos se encontraban frente a mi parados en tronos hechos de espinas.

—¿Qué te ha traído hasta aquí? —preguntó el demonio.

El demonio de nombre Belcebú, era una criatura con cuerpo de humano pero su piel era  viscosa como una rana, cargaba una cola grande de gato, tres ojos rojos ubicados en forma de triangulo, orejas puntiagudas, cabello café medianamente largo, uñas negras puntiagudas, unos cuernos de cabra, unas alas gigantes de murciélago, y solo tenía un taparrabo.

—Príncipe Belcebú, he venido a usted para que me permita pasar hacia el otro mundo—dije mientras hacía una reverencia.

—Concedido, pero tendrás que darme algo a cambio, algo que valga la pena para usar mis poderes en tan descarada petición—respondió indiferente.

Sonreí porque me había preparado para esto; busque en mi mochila y saqué dos apetitosos postres que había conservado gracias a un hechizo.

—Te he traído esto como ofrenda, se que no puedes comer nada porque se pudre al entrar en contacto contigo, por eso le he puesto un hechizo para que eso no pase.

Me acerque a ellos y los posicione en una mesa que estaba cerca de los tronos. La diosa Adefagia giró los ojos y hizo aparecer unas uvas más apetitosas, las cuales se comió de un solo bocado; ella poseía un físico obeso pero usualmente creaba una ilusión de un cuerpo delgado, el cual se esfumaba cuando comía.

—No me interesa tu estupida comida, te la puedes llevar, como acabas de ver puedo hacer aparecer más de lo que has traído—habló orgullosa Adefagia.

El demonio alzó su mano y hizo que la mujer que guardara silencio sellando su boca, ella miró tímidamente y suspiró.

—Aceptaré tu ofrenda pero si hay algún truco te mataré y no sabes cuanto te haré sufrir—amenazó fríamente.

Asentí, y él procedió a acercar los postres levitando, abrió su boca y metió un postre; sonreí al ver que mi hechizo había funcionado, casi nunca fallaba en ellos.

—Exquisito, tiene un sabor inigualable, te has ganado que conceda tu petición, lastima que no puedas traer mas de estos. —Levantó un dedo y apareció un portal en forma de brecha.

—Gracias, señor Belcebú. —Mire a Adefagia de arriba abajo y con un chasquido hice aparecer más postres. —Y tome eso como más agradecimiento.

Él demonio empezó a comer desesperadamente y empecé a caminar hasta el portal.

—Brujo, te visitaré algún día en tu reino por más comida cómo está—anunció el demonio.

Asentí y entre a la grieta lo más rápido posible, al llegar al mundo de la avaricia cerré el portal con un hechizo y desaparecí cualquier rastro de mi magia.

—Cualquiera que haya venido atrás de mi le va hacer difícil pasar a este mundo—asegure al ver que mi plan había funcionado.

Eliette Hiems.

Oscuridad.

Muerte.

Fantasmas.

Cadaver.

Sangre.

Todo era un caos en mi interior, mi vida se iba acabando poco a poco con la agonizante tortura del espíritu, no lo lograba ver, ni escuchar pero si sentía su presencia en mi cuerpo.

Metanoia: el juego del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora