15. Poder

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Egeón Gabay.

Minutos antes de la explosión.

Acababa de llegar a la orilla de ese estupido risco y mi mente solo pensaba en los participantes que venían atrás, debía eliminar o al menos impedirles el paso.

—Celare rem—«Ocultar realidad».

Apenas lance el hechizo las almas de las personas que estaban siendo torturadas en oro derretido se ocultaron y la imagen fue reemplazada por un camino rocoso.

—Está será la trampa perfecta para que caían en su interior—dije en voz baja.

Observé mi alrededor y vi el objeto indicado para cruzar, debido a que a mitad de camino del risco había un punto muerto en donde la magia no funcionaba; caminé hacia la gran roca y la levante con magia, iba a poner en marcha mi plan pero escuché que alguien se acercaba, coloqué la roca a un lado y mire hacia donde escuché el ruido, efectivamente venía alguien, solo se lograba ver su silueta, no dude más y lance un hechizo para derribar a la persona,  el sujeto que venía no vio llegar el hechizo y fue golpeado hasta que cayó al suelo, me acerqué para monitorear si estaba inconsciente y me lleve una gran sorpresa.

—Samael, eres tú.—Situé mi mano en su pecho—. Remedium—«Curar».

—¿Egeón? —preguntó, adolorido.

—Si, soy yo, no te muevas o no sanaran esos rasguños.

Después de unos segundos lo ayude a levantar y dude en si debía contarle mi plan para cruzar, lo mire y me di cuenta que después de todo, él ha sido mi mejor amigo desde niño, no debía de hacerle daño, aunque el juego lo prohíba, no debía ser egoísta, por una pequeña ayuda no iba a pasar nada.

—Ahora que estás bien te pondré al tanto.

—Si, dime, ¿cómo demonios pensabas cruzar este gran risco?—manifestó observando el lugar.

Le conté mi idea y que había hecho para crear la ilusión de que el risco en el fondo era inofensivo pero que solo era una trampa para que los demás no pasaran, también le conté que pensaba usar la roca para pasar al otro lado con una poción de traslación y otra para flotar, ya que si  llegaba al medio con un hechizo iba a caer al fondo, en cambio una posición no contaba como un hechizo como tal.

—¿No crees que es innecesario hacer esa trampa?—preguntó Samael ignorando mi plan.

Sonreí y situé mi mano en su hombro.

—Claro que es necesario, no dudes en que destruiré cada sueño de quien se interponga en mi camino para así alcanzar el mío.

Seguí moviendo la roca y él se quedó en silencio como era costumbre.

—Se lo que estas pensado, pero recuerda que en la vida no ganan los débiles, ganan las personas fuertes y con buenas ideas, el mundo es cruel si no sabes como jugar—agregue.

—Espera.—Detuve la roca en el aire—. Ahora que me acuerdo y no lo niegues, se que fuiste tú, ¿qué hechizo le hiciste a Belcebú? ¿Como no te describió? —manifestó confiado.

Fruncí el ceño, estaba confundido, había ocultado muy bien el rastro de mi magia.

Gire los ojo y bufé. —Simplemente lo oculte en una comida que le di, ya sabes soy muy bueno en la magia. Ahora te pregunto yo. —Me empecé a acercar a él y lo mire fijamente—. ¿Como te diste cuenta de mi hechizo?

—Quizás porque gracias a tu hechizo el demonio casi me mata y no solo a mi, también estaba Eliette—soltó molesto.

Moví mi mano de arriba abajo apuntando a la roca y la volví a poner en el suelo.

Metanoia: el juego del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora