16. Pedazos de avaricia

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Entremos al castillo y gracias a mi ingenioso plan todo iba muy bien, habíamos encontrado un par de guardias pero estos no sospecharon de nosotros; el lugar era extremadamente grande y ostentoso, cada quien se preocupaba por realizar su labor, unos demonios cuidaban habitaciones, otros torturaban almas en una sucia cocina, y también estaban los de limpieza, que por desgracia éramos nosotros.

—¿En serio crees que no han notado nuestra presencia? —preguntó mi amigo nervioso.

Se había dedicado a preguntar cosas desde que entremos, su nerviosismo estaba al tope, por suerte como mencioné antes, cada demonio estaba ocupado en sus asuntos.

—No, o si no ya nos hubieran asesinado. Tranquilízate o nos van a descubrir de verdad. —hablé serio.

Seguimos avanzando hasta que lleguemos a nuestro destino, era una habitación con una entrada muy grande, la puerta estaba hecha de rodio y decorada con diamantes. Se encontraban dos guardias custodiando la entrada.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó el demonio de la derecha.

—Venimos a limpiar la sala del rey demonio—manifesté haciendo alusión a uno de los recuerdos.

—Si, a limpiar —afirmó nervioso Samael.

Suspire y mire al demonio en espera de una respuesta.

—No pueden pasar, está restringido el paso—anunció.

—Ya le dije que venimos a limpiar, déjenos pasar—replique serio.

—No pueden, así que devuélvanse por donde vinieron—ordenó y señaló con su lanza mi pecho.

—T-Tra-Tranquilo, solo estamos recibiendo órdenes—dijo Samael aún más nervioso que antes.

—Ya me hartaron.—Apoyó la lanza en mi pecho y el otro demonio hizo lo mismo con Samael—. Se van o nosotros mismos los matamos, ya sabemos que mienten, pero que se puede esperar de sucios demonios menores.

Me canse de estar suplicando, no podía permitir que esos demonios me tratasen así y me hicieran perder tiempo, debía eliminarlos.

—Corrumpere—«Decapitar».

Al susurrar la palabra sus cabezas cayeron en el suelo. Samael abrió sus ojos como plato; giré los ojos y di un paso al frente, intenté abrir la puerta y no se podía.

—Deja de estar mirando y revisa si tienen alguna llave. Y si, están muertos—dije molesto, esos demonios habían acabado con mi paciencia.

Samael se arrodillo para revisar a los demonios y no tenían nada.

—No tienen nada, y cálmate, yo no tuve la culpa—respondió mientras se levantaba.

—Perdere—«Destruir».

Lance el hechizo con todas mis energías y derrumbe la puerta, luego, entre sin saber lo que esperaba adentro, también quite el hechizo de transformación.

—Mira que tenemos aquí —reveló una voz autoritaria.

Fije mi vista al frente y vi al demonio sentado en un trono, su apariencia era la de un anciano jorobado con cuernos de venado y ojos muy grandes color purpura, también tenía solo la estructura ósea del ala , su ropa era sucia pero poseía accesorios de alto valor, y en sus piernas tenía una gran bolsa llena de cosas valiosas.

—Vengo para que nos deje pasar al mundo de la ira y la pereza, no me interesa su sucio dinero —le expliqué sin tanto rodeo.

Nos miro fijamente y plasmo en su rostro una sonrisa enferma; de repente con un movimiento de su dedo nos levanto y pegó contra la pared; sentía como apretaba mi cuello cada vez mas.

Metanoia: el juego del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora