11. La muerte egoista

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Eliette Hiems.

—¿Qué le sucede? —pregunte al ver que seguía comiendo.

Se metió tres bayas más a su boca y habló:

—Eso es obra de Asmodeo.

Fruncí el ceño. —¿Como que Asmodeo está haciendo esto?

Siguió comiendo sin mirarnos, al parecer el deseo de comer lo consumía cada vez más.

—Te hice una pregunta, por favor responde.

—Me...me duele—se quejó Merligina.

Samael seguía parado observando.

—¿Bebieron su sangre? —cuestionó mientras se metía más bayas a su boca.

—No—respondí.

A decir verdad no recordaba nada después de haber entrado a esa habitación, cuando recobré la conciencia ya Samael tenía el portal listo.

—Pues.—Se lamió sus dedos—.Ella si la bebió.

Mire a Samael para que me ayudara pero lo noté nervioso, algo ocultaba, para ser sincera había estado extraño desde que habíamos salido del mundo de la lujuria.

—Samael, ¿sabes algo al respecto? Y por favor no mientas.

Miró hacia el suelo para luego rascar su cabeza.
—Si, de hecho los tres bebimos de su sangre, pero él me dijo que era la única forma de salir y de que ustedes salieran de su control mental.

—Mal...maldita sea...hijo...de...puta... ¿como pudiste hacernos beber eso?—insultó la súcubo molesta.

Él bajó su cabeza apenado mientras yo estaba confundida, ¿qué tenía que ver la sangre de Asmodeo con lo que le pasa a Merligina?

—¿Qué consecuencias tiene beber su sangre? —pregunte.

—La...la muerte—respondió la chica.

Tanto Samael como yo quedemos asustados por lo que había dicho, eso significaba que nosotros también estábamos en riesgo.

—¿Hay cura? —interrogó Samael.

—No, el único que podría hacerla es el mismo Asmodeo pero él se niega a crear un antídoto—respondió la chica.

Una posibilidad se vino a mi cabeza, así que voltee a mirar al chico que seguía comiendo bayas, el cual esta vez estaba más gordo, si el había logrado salir de ese mundo podría tener una solución.

—Oye, ¿por qué a ti no te ha hecho efecto su veneno? —pregunte y él miro de reojo.

—Por..porque yo no...bebí de su sangre—replicó mientras seguía comiendo.

Mire a Samael y sonrió para luego interrogar:

—¿Como lograste salir sin beber su sangre? Y ¿tiene cura?

Él chico recogió varias bayas, las puso en su mochila para luego darse la vuelta, mirarnos de frente y seguir comiendo.

—Simple, le di lo que quería, mi energía sexual, por lo que escuché, me imagino que tú hiciste lo mismo.—Mire a Samael sorprendida y bajó su cabeza apenado—. Aunque yo fui más inteligente y me negué a beber su sangre porque ya sabía lo que hacía, con solo una gota tu cuerpo empieza a morir lentamente.

—¿Sabes si tiene cura? —pregunte.

—No tiene, ya su amiga les dijo, ella pronto morirá, al igual que ustedes.

Él chico se volteó para seguir comiendo las jugosas bayas. Merligina estaba tosiendo y de repente salió un poco de sangre por su boca.

—Tenemos que hacer algo—hable mientras limpiaba la boca de la chica.

Metanoia: el juego del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora