Cuatro

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LOS POSADEROS

Con fama de mentirosos en su vejez, hay quien opina que la ruina de la posada se trató solamente de un embuste.

DUDABA DE MI CRITERIO pero tenía que intentarlo.

-¿Hay alguien ahí?

Mi grito se ahogó en el silencio que envolvía a la noche

-¡Está cerrado! -gritaban desde el interior.

-Necesitaría alojamiento -aclaré.

-¡Ya os he dicho que está cerrado!

-¿Ni para el hijo que pudo haber sido?

Silencio. Cuchicheos. Silencio.

Pasaron varios minutos antes de que los pestillos se corrieran y una sonrisa aligerara el corazón de los dos ancianos que se hallaban al otro lado de la puerta.

-¡Oh, Mateus!, ¿de verdad eres tú? ¡Válgame el Cielo, hijo mío! -exclamaba la mujer-. Le rogaba a Dios que me permitiera volver a verte antes de partir.

-Pasa, pasa -insistía el posadero abrazándome repetidamente.

-Cuéntanos, ¿dónde has estado? ¡Todos estos años...!

Y la ocasión brindó la posibilidad del recuento, pero a medida que avanzaba la exposición no me quedaba más remedio que reconocer muy a mi pesar, que transcurridos todos aquellos años, poco había cambiado desde que de allí partí.

Sintiendo vergüenza de mi mismo, pero evitando demostrarlo, decidí exponer mis planes.

-He venido para quedarme. Al menos de momento. Este lugar me proporciona buenos recuerdos y es un buen punto de partida para comenzar de nuevo. Necesito rehacer mi vida y si no tenéis inconveniente, estaría encantado de hacerme cargo de la posada.

-¡Pero Mateus! ¿y tu sueño? ¿y tus aspiraciones?

-A mi sueño lo he hecho añicos por el camino. Considero que ahora, éste es el único lugar que puede ayudarme a reconstruirlo Nunca es tarde, ¿verdad?

-No, hijo mío -respondió la mujer condescendiente.

-No lo es -añadió el posadero-, pero hay oportunidades que una vez perdidas, ya no vuelven a surgir.

-Bueno, alguien me dijo una vez que en es caso, era necesario asumir las consecuencias.

-Sí, sí, claro -sentenció la mujer queriendo dar el tema por zanjado.



Con la noche, el descanso, y tras él, el amanecer. Me reuní entonces con los bienhallados y me topé con dos personas preocupadas, con aspecto de no haber dormido en toda la noche. El posadero inició la conversación.

-¿Por qué has vuelto, Mateus? ¿Tan solo te encuentras?

Había dado de lleno en la diana. Dudé entre la aceptación y el ocultamiento. Me decanté por lo primero.

-Solo y vacío -respondí.

-¿Y crees que aquí van a cambiar las cosas?

-Eso espero. Necesito iniciar una nueva vida. No puedo seguir vagando en un mundo de insatisfacción e incertidumbre.

-¿Y dónde se halla esa insatisfacción e incertidumbre de la que hablas?

-Dentro de mí, por supuesto.

-Pues es ahí donde has de llevar a cabo los cambios, no fuera. Podrás cambiar todo lo que te rodea, pero si no te cambias a ti mismo, si no cambia tu actitud, el esfuerzo que llegues a realizar será inútil y a la par, frustrante.

Los Días IntermediosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora