Doce

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CABALLERO

Fidelidad, sentido del deber, valor, justicia, generosidad, respeto, honor y verdad.

 

 

SONRÍO AL RECORDARLO. ¡Todo había sido tan fácil!

La dicha en el reencuentro, las necesarias disculpas y la disposición renovada me allanaron el camino.

El sencillo corazón de Don Valerius y las recomendaciones del padre Augustus hicieron el resto.

Obviamente yo no era caballero, pero poder servir de ayuda alegraba mi ánimo y me situaba un poco más cerca de mi objetivo.

-¿Puedo confiar en que estarás a mi disposición y cumplirás fielmente mis indicaciones?

-Sí, señor. No os quepa la menor duda.

-Está bien. Veremos pues. Ya sabes que son tus actos y no lo que sale de tu boca lo que habla de ti.

-Sí, señor. Lo sé.

La encomienda no parecía difícil. El rey enviaba a Don Valerius a Gaudium, donde unos supuestos mercaderes se estaban dedicando clandestinamente a reclutar y entrenar a una banda de malhechores.

Su objetivo era, en un principio, recabar toda la información necesaria para poder desactivar la formación, a ser posible, sin el uso de la fuerza.

-¡Todavía conservas la destreza! –exclamaba Don Valerius.

-No lo creáis. Tan sólo es la confianza por ser vos el oponente.

-Bueno, a eso podemos ponerle remedio.

Y tras una simple orden, el sencillo entrenamiento se convirtió en un enfrentamiento de tres contra uno.

-Pude haberme tragado mis palabras, ¿no creéis? -pregunté entre el blandir de las espadas.

-Lo hubieras tenido más fácil, sí.

-¡No son favores lo que busco! –respondí.

-¡Pues lucha como un hombre y no como una señorita! –exclamó Don Valerius recrudeciendo la arremetida.

Aquel recién iniciado viaje me brindaba una doble oportunidad. Por un lado, cada descanso en el camino constituía una excelente ocasión para poner a punto una pericia que, por desuso, se había debilitado, y por otro, con la ruta pasando por Spelium, tenía la posibilidad de zanjar una cuestión todavía pendiente: entregar al tío de Tomasus la medalla, dando así por concluido aquel, por entonces, triste e infeliz episodio.

Tras el mal trago del paso por Vitis, con los recuerdos en plena efervescencia y la firme resolución de no dejarme atrapar por ellos, la llegada a Spelium no se hizo demorar.

-¿Sabes en dónde encontrar a ese hombre? –preguntó Don Valerius.

-Carezco de cualquier referencia, pero hay al menos un par de personas que podrían ayudarme. ¿De cuánto tiempo dispongo?

-Toma exactamente el que te sea imprescindible.

-Así lo haré. ¿Me esperáis en la posada?

-Allí estaré.

-¡Mateus, hijo mío! ¡Qué alegría volver a veros!

Seguía siendo el mismo. El elevado volumen de su voz lo delataba.

-La satisfacción es compartida, señor.

Mi respuesta no era del todo exacta. Me satisfacía encontrarme con Don Iactus después de tantos años, pero el pasado pesaba más y los recuerdos lo arrastraban.

-¿Qué os trae por aquí? ¿Venís para quedaros? No dudéis en ser franco conmigo. Sabéis que en mi disposición está ayudaros.

-Veréis señor, agradezco enormemente vuestro ofrecimiento pero tan sólo estoy de paso.

-¿Cómo es eso? A ver, contadme.

Y al igual que antaño, resultaría imposible negarle algo a aquel hombre que consideraba siempre su punto de vista, superior. Así que, en lugar de perder el tiempo con excusas para acabar en un inevitable callejón sin salida, me dispuse a relatar todo lo que él me demandaba.

-¿Y habéis encontrado lo que buscabais? Vuestras preguntas, ¿han hallado su respuesta?

-No la respuesta, pero he comenzado a comprender.

Desconcertado ante tan ambigua contestación, derivó hacia temas más concretos.

-Decidme entonces, ¿es sólo una visita o requerís algo de mi persona?

-Digamos que ambas cosas.

-Mateus, no intentéis camelarme –respondió con expresión de perro viejo-. ¿Qué necesitáis? –añadió.

-Información.

-Veamos pues.

Y quiso el Cielo que don Iactus tuviera respuestas para mí, aunque su contenido condujera hacia un considerable cambio de planes.

-No podemos quedarnos aquí tanto tiempo –me explicaba Don Valerius.

-No voy a cuestionaros. Decidid vos.

-Bien. Mis hombres y yo seguiremos camino de Gaudium. Resuelve tus asuntos y reúnete con nosotros tan pronto como te sea posible.

-De acuerdo.

-Pero recuerda: tan pronto como te sea posible.

-Sí, señor.

Y el mínimo tiempo previsto, tres días en un principio, se convirtieron finalmente en diez. Resultaba difícil con el paso del tiempo contener el malestar de la impaciencia.

-Por vuestra expresión se reconoce que si pudierais, saldríais a buscarlo.

Don Iactus leía en mi cara sin reparos.

-Ciertamente. Los días pasan y yo ya no debería estar aquí.

-¿Quién lo ha dicho?

-¿Cómo que quién lo ha dicho? Yo. ¿No me habéis oído?

-Claro que os he oído; no soy sordo, pero ¿por qué sentáis cátedra con vuestra afirmación? Si don Crasus no ha llegado...

-Sí, sí, tenéis razón –lo interrumpí-. Si no ha llegado es porque así tiene que ser y es aquí en dónde debo estar. Tan sólo tengo que aceptarlo. ¿No es eso lo que queréis decir?

-Bueno, veo que al menos algo habéis aprendido.

-Por desgracia, ese razonamiento han tenido que repetírmelo en multitud de ocasiones.

-Entonces, sois más torpe de lo que yo creía -concluyó sonriendo.

Incomprensiblemente no me incomodé ante su comentario. Un comentario al que yo había recurrido en más de una ocasión. ¡Qué burda y qué sutil puede llegar a ser la torpeza y cuánto de ello había en mí!

-¿Puedo hacer algo para compensar todo vuestro esfuerzo? –preguntaba apenado Don Crasus tras mi exposición.

-No, señor. Habiendo cumplido mi palabra, ya me doy por satisfecho.

-Permitidme entonces el honor de acogeros en mi casa durante algunos días. El viaje ha sido largo.

-Muchas gracias, señor. En otras circunstancias no dudaría en aceptar vuestro ofrecimiento pero me están esperando en Gaudium y debo partir ya.

-Como gustéis. Queda para otra ocasión entonces.

-Si es posible, no tendré inconveniente.

Y la despedida me puso en camino. Un camino que aunque largo, me apremiaba recorrer para hacer más corta la espera de los que a su final se encontraban.

ACLARACIÓN AL MÁRGEN DEL CAPÍTULO: Por razones que desconozco, la página no me ha permitido hasta ahora publicar una nueva parte de la historia. A partir de aquí, tengo la intención de volver a retomar el ritmo de publicación con un capítulo nuevo cada lunes. Siento la moletias ocasionadas  y agradezco vuestra paciencia.

Los Días IntermediosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora