LA VIDA
La vida es un transitar por senderos desconocidos.
-¡AHORA NO! ¡No! ¡No! ¡No me hagas esto ahora! ¡Ahora no! ¡Vamos, levanta; ya queda poco! ¡Por favor, no te vayas a morir ahora! ¡Ahora no!
Pero en mi mano no estaba, y de nada sirvió la insistencia. Mi caballo, mi fiel corcel en los últimos años había decidido, sin consultar conmigo, que aquel sería su postrero descanso, y que el camino, de continuarlo, debería hacerlo solo, o al menos, sin su compañía.
Espantando todo lo que me era posible una ira que inoportuna acechaba, cargué las alforjas y me puse en marcha sin imaginar lo que a partir de aquellos instantes la vida me reservaba.
Ya rondaba el atardecer con necesidad de descanso, cuando tras de mí, una carreta amainaba su paso.
-Buenas tardes, caballero. ¿Disfrutando del día?
-Buenas tardes, señores.
-¿Algún problema? Camináis solo y sin caballo.
-Camino de Gaudium voy.
-Bien. También es nuestro destino. Si no os importa subir a la parte trasera, ni mi hermano ni yo, tendremos inconveniente en llevaros.
Agradecido en su ofrecimiento y viendo una salida a mi situación, acepté la oferta y subí sin dilación a la carreta.
El comercio era el medio de vida de aquellos dos hombres que cargados de mercancía, se aproximaban a Gaudium dispuestos a hacer negocio.
Lejano su pueblo natal, habían decidido arriesgarse y probar suerte en estas tierras, y convencidos de su próspero futuro insistían en conseguir mi colaboración.
-Nosotros os proporcionaremos el material, y vos aportáis vuestros conocimientos acerca de la zona y de su gente.
-Señores, sería un honor aceptar vuestra oferta, pero en este momento estoy enfrascado en otro asunto con el que me he comprometido.
-Los beneficios serían sustanciosos –repetían.
-Podéis tener por seguro que no dudo de vuestra palabra, pero creedme señores, éste no es el momento.
-Está bien –respondían resignados.
Sin tiempo que perder tras semanas de retraso, me despedí de los mercaderes y me dirigí a la posada. Don Valerius me había asegurado que allí obtendría noticias suyas.
-Buenas tardes, caballero –saludó el posadero.
-Buenas tardes. Busco a Don Valerius. ¿Sabéis dónde puedo encontrarle?
-¿Cuál es vuestro nombre, señor?
-Mateus. ¿Por qué lo preguntáis?
El semblante de aquel hombre se alteró de un modo extraño y en lugar de dar respuesta a mi pregunta, me ofreció un pergamino y una cerveza.
-Os aconsejo señor, que os sentéis y bebáis con cuidado.
-Extraña advertencia –pensé.
Y sentado frente a una mesa me dispuse a leer el manuscrito que acababa de ofrecerme:
Mateus, estimado amigo:
Si esta carta llega a tus manos es porque yo ya no estoy aquí y la situación nos enfrentó con demasiados imprevistos.

ESTÁS LEYENDO
Los Días Intermedios
SpiritualLos Días Intermedios: segundo volumen de la trilogía de La Mitad de todo el Tiempo. Después de multitud de experiencias y algún que otro aprendizaje, Mateus continúa buscando las respuestas que pongan orden en su vida. De regreso al monasterio, pued...