Trece

7 2 0
                                    

 

LA VIDA

La vida es un transitar por senderos desconocidos.

 

 

-¡AHORA NO! ¡No! ¡No! ¡No me hagas esto ahora! ¡Ahora no! ¡Vamos, levanta; ya queda poco! ¡Por favor, no te vayas a morir ahora! ¡Ahora no!

Pero en mi mano no estaba, y de nada sirvió la insistencia. Mi caballo, mi fiel corcel en los últimos años había decidido, sin consultar conmigo, que aquel sería su postrero descanso, y que el camino, de continuarlo, debería hacerlo solo, o al menos, sin su compañía.

Espantando todo lo que me era posible una ira que inoportuna acechaba, cargué las alforjas y me puse en marcha sin imaginar lo que a partir de aquellos instantes la vida me reservaba.

Ya rondaba el atardecer con necesidad de descanso, cuando tras de mí, una carreta amainaba su paso.

-Buenas tardes, caballero. ¿Disfrutando del día?

-Buenas tardes, señores.

-¿Algún problema? Camináis solo y sin caballo.

-Camino de Gaudium voy.

-Bien. También es nuestro destino. Si no os importa subir a la parte trasera, ni mi hermano ni yo, tendremos inconveniente en llevaros.

Agradecido en su ofrecimiento y viendo una salida a mi situación, acepté la oferta y subí sin dilación a la carreta.

El comercio era el medio de vida de aquellos dos hombres que cargados de mercancía, se aproximaban a Gaudium dispuestos a hacer negocio.

Lejano su pueblo natal, habían decidido arriesgarse y probar suerte en estas tierras, y convencidos de su próspero futuro insistían en conseguir mi colaboración.

-Nosotros os proporcionaremos el material, y vos aportáis vuestros conocimientos acerca de la zona y de su gente.

-Señores, sería un honor aceptar vuestra oferta, pero en este momento estoy enfrascado en otro asunto con el que me he comprometido.

-Los beneficios serían sustanciosos –repetían.

-Podéis tener por seguro que no dudo de vuestra palabra, pero creedme señores, éste no es el momento.

-Está bien –respondían resignados.

Sin tiempo que perder tras semanas de retraso, me despedí de los mercaderes y me dirigí a la posada. Don Valerius me había asegurado que allí obtendría noticias suyas.

-Buenas tardes, caballero –saludó el posadero.

-Buenas tardes. Busco a Don Valerius. ¿Sabéis dónde puedo encontrarle?

-¿Cuál es vuestro nombre, señor?

-Mateus. ¿Por qué lo preguntáis?

El semblante de aquel hombre se alteró de un modo extraño y en lugar de dar respuesta a mi pregunta, me ofreció un pergamino y una cerveza.

-Os aconsejo señor, que os sentéis y bebáis con cuidado.

-Extraña advertencia –pensé.

Y sentado frente a una mesa me dispuse a leer el manuscrito que acababa de ofrecerme:

Mateus, estimado amigo:

Si esta carta llega a tus manos es porque yo ya no estoy aquí y la situación nos enfrentó con demasiados imprevistos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 31, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Los Días IntermediosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora