LANTHANUS
Lejos. Lejos. Muy lejos -decían.
-¡Mejor oportunidad no habéis de encontrar! ¡Dos al precio de uno! ¡Dos al precio de uno -gritaban.
Un artesano ofertando sus productos se hacía oír a la puerta de su negocio. Otro día, otra ciudad: Lanthanus, presumiblemente la última parada antes de llegar a Occipittum.
-¿Os espera alguien allí? -me había preguntado Obtusus antes de despedirnos.
-No. No que yo sepa -respondí sonriendo.
Pero calladamente deseaba que no fuera así. En mi intimidad dibujaba un provechoso futuro y la anhelada consecución de mi sueño. Una vez más me comportaba como un iluso.
Se preveía que mi estancia en Lanthanus fuera cosa de un día, a lo sumo dos, aprovechando la ocasión para recuperar fuerzas y reponer alimentos, pero los ajetreos de la vida me sorprendieron la misma tarde de mi llegada.
-¿Venís de lejos, señor? -me interrogó la posadera.
-Desde Dovículas. ¿Por qué lo preguntáis?
-¿E iba todo bien por allí? -requirió sin contestar.
-Por lo que yo sé, sí, pero decidme, ¿qué sucede?
-¿No os habéis enterado señor?
-Es obvio que no. ¿Qué ocultáis? -comenzaba a ponerme nervioso.
-Se habla de unas fiebres. En los últimos días han sido numerosas las muertes. Se teme que el rey decida poner a la ciudad en cuarentena.
Si mis conclusiones fueron rápidas determinando la inmediata salida de allí, más rápido fue el bando del rey que, con reiterado estruendo se hacía oír en la plaza cercana. Abriéndome paso entre el gentío que se dirigía hacia allí, comprendí que mis expectativas acababan de verse truncadas.
-"Por orden del rey, como consecuencia de las extrañas fiebres que asolan la ciudad -gritaba un tembloroso muchacho-, desde este momento y hasta nueva orden, las murallas permanecerán cerradas, impidiéndose bajo pena de muerte, tanto la entrada como la salida de Lanthanus.
Asimismo, se convoca a todas las mujeres en la catedral para las doce del mediodía del día de mañana.
Es de encarecida necesidad que se cumplan la ordenes que este bando dictamina"
Quedáis todos avisados"
Planteándome qué consecuencias podría tener no darme por enterado, decidí que era preciso arriesgarme, o de lo contrario, tendría que permanecer retenido por tiempo indefinido con el peligro añadido de contraer la enfermedad.
Sin dudarlo, volví sobre mis pasos a la posada y dejando unas monedas sobre el mostrador me dirigí hacia la salida.
En unos minutos, el ambiente distendido que presencié a mi llegada, se convirtió en un caos. El histerismo se había apropiado de la población y los que no corrían a refugiarse en sus casas, habían tomado la misma decisión que yo: encaminarse hacia las puertas para huir de una indeseada realidad.
Con los portones ya cerrados, una veintena de hombres armados controlaban la insumisión.
-¡Abrid, abrid! ¡Queremos salir! ¡Abrid! -los gritos se alzaban sin piedad.

ESTÁS LEYENDO
Los Días Intermedios
SpiritualLos Días Intermedios: segundo volumen de la trilogía de La Mitad de todo el Tiempo. Después de multitud de experiencias y algún que otro aprendizaje, Mateus continúa buscando las respuestas que pongan orden en su vida. De regreso al monasterio, pued...