Seis

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ACIVIS


Sólo los puros de corazón

pueden escuchar los susurros del mago en las noches de luna nueva. En sus

palabras desvela el secreto de la vida eterna.



Envalentonado, y convencido una vez más, de que mi vida tenía que cambiar. Dispuesto a hacer lo que fuera necesario para conseguirlo, hablé con Don Honorius, días antes de salir de su casa ya totalmente restablecido.

-Bueno, ¿y qué vais a hacer ahora?

¿Por qué todo el mundo me hacía la mismapregunta en situaciones como ésta? -pensé-, ¿será que no saben decir otra cosa?

-De eso quería hablaros -respondí tras el silencioso comentario.

-Os escucho.

-La posada lleva mucho tiempo cerrada y ahora sería muy difícil ponerla de nuevo en marcha.

-Mateus -interrumpió-, si sois claro y directo, probablemente nos entenderemos mucho mejor. ¿Qué queréis?

-Quiero ser caballero, señor. Me cueste lo que me cueste.

Haber dicho aquella frase dejó en mi interior una agradable sensación de ligereza, como si una invisible carga se hubiese evaporado.

-Disculpad, no os he oído bien. ¿Querríais repetirlo, por favor?

-Sí. Digo que quiero ser caballero, señor.

-Sí, eso lo he oído, pero, ¿qué vino a continuación?

-Cueste lo que me cueste -repetí-. ¿No creéis que pueda ser posible?

-No. Lo que me parece imposible es oíros hablar así.

-He tenido un sueño.

Su mirada daba paso a mi introducción.

Comencé:

-Yo me encontraba en una amplia sala. Estaba llena de ventanas y se podía ver con claridad el exterior, sin embargo, no encontraba la manera de salir de allí. Después de mucha angustia y mucho tiempo en esa situación, descubrí que en el techo, sobre mi cabeza, pendía una magnífica y reluciente espada. Al tiempo que sopesaba la posibilidad de alcanzarla, sentía con claridad que ella me ayudaría a liberarme, pero por más que lo intentaba no lograba alcanzarla y la desesperación iba en aumento. Entonces, angustiado desperté.

Quiero ser caballero, señor. No he querido otra cosa en toda mi vida, aunque viendo mi trayectoria pueda parecer lo contrario.

Tomé aliento.

-Señor...

Don Honorius escuchaba en silencio.

-Señor -continué-, ya sé que en este caso podría ser, bueno, más bien sería un

abuso por mi parte decir lo que quiero deciros, pero sois la única persona a la

que considero podría pedírselo. Señor -nervioso, comenzaba a repetirme-, ¿querríais ayudarme en mi propósito?

Su respuesta se hizo esperar.

-¿Realmente creéis que es así de fácil?

-respondió tras un largo silencio.

Precisamente esa, no era la respuesta que aguardaba.

-¿Qué queréis decir? -interrogué.

-Valoro vuestro reconocimiento pero no siempre se puede hacer borrón y cuenta nueva, no siempre podemos retomar las cosas en donde las hemos dejado porque lo hecho, hecho está, la vida cambia y nosotros cambiamos con ella.

Los Días IntermediosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora