Cap 2

20 2 0
                                    

CAPÍTULO DOS:
•                                                               •
"El extraño"

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Ya han pasado 2 días. Me habían diagnosticado amnesia temporal. Descubrí que me llamo Allison Decker y que sufrí un desafortunado accidente del que llevo en coma casi 3 meses. Tuve unas cuantas costillas rotas y me golpeé muy fuerte la cabeza con algún objeto contundente. Al estar inmóvil tanto tiempo hizo que mis piernas se hicieran flácidas. Luego de aquel encuentro con la pequeña peli negra, que descubrí es enfermera en este hospital y quien ha estado cuidándome desde el accidente, 2 personas mayores, un hombre y una mujer, entraron en la habitación y me llenaron de besos y abrazos. Lloraban a moco tendido ocasionando que yo lo hiciera con ellos.

Al darse cuenta que no tenía idea de quienes eran me dijeron que eran mis padres, Irene y Jason Decker. Más tarde el doctor entró en la habitación, me hizo unos análisis y una revisión rutinaria para diagnosticar que el estado de mis heridas estaba bien y solo tenía unos cuantos moretones en el costado izquierdo. Me recetó analgésicos para el dolor de cabeza y me quitó la gargantilla, que es lo que estaba alrededor de mi cuello. Cuando le pregunté sobre por mis piernas me dijo que con rehabilitaciones podría volver a caminar como siempre.

Pero todavía había un problema...

La puerta de la habitación se abrió dejando ver a la pequeña torbellino que me abrazó hace un par de días.

– ¿Lista?

– Si.

Mi médico me hacía pruebas todos los días para asegurarse de que no diera marcha atrás y para asegurarse de que el golpe en la cabeza no halla ocasionado un riesgo mayor que mi amnesia, ya que al parecer perdí mucha sangre con el golpe. Leilany, la pequeña torbellino, me llevó en una silla de ruedas por los pasillos de blancas paredes hasta una puerta que ponía "RAYOS X". Al entrar, me ayudó a recostarme sobre una extraña cama cilíndrica. Parecía que me estubiera metiendo dentro de un gran tubo.

– Suerte.

Yo le asentí en agradecimiento. Aquel día, cuando me trajo la comida, se presentó como Leilany Himblett, tiene 22 años. Se disculpó por el abrazo repentino y me explicó que nos conocemos desde el primer año de universidad. Comió junto a mi y me contó muchísimas anécdotas de cuando estábamos en la universidad. Al parecer yo era toda una rebelde, ya que casi todas las anécdotas eran de peleas que tenía con chicos más grandes que yo, tanto en edad como en tamaño, y siempre ganaba. Una vez terminada la revisión, Leilany me llevó de regreso a la habitación y se despidió de mi.


~°~°~°~

Al día siguiente, es el horario de visitas y yo estoy con mis padres en los jardines que rodean el hospital. Estamos sentados en el suelo teniendo un picnic. Tengo en mis manos un libro forrado en cuero marrón con fotografías mías desde recién nacida hasta el día de mi graduación.

– Esta es cuando cumpliste 4 años y te regalé tu primera cámara digital para niños. – dice mi padre señalando con el dedo una fotografía donde aparezco sentada en el suelo, con un gorro de cumpleaños en la cabeza y una caja de regalos abierta entre mis pies mientras muestro en alto una cámara digital que a simple vista parece de juguete, pero que es totalmente real –

– Esta es cuando en el cumpleaños de tu padre me ayudaste a hacer un pastel especial. – mi madre señala otra en donde debo tener unos 7 u 8 años, ambas estamos con un delantar blanco y un gorro de cocinero. Ella se está riendo de mi luego de que, sujetando incorrectamente el tubo de merengue me salpicara un chorro a la cara – Y esta es cuando tu padre se burló de ti y tu decidiste tirarle un trozo de pastel a la cara – ella reía mientras me enseñaba una fotografía en la que mi padre me sostenía en brazos con su cara y la mía embarradas en merengue y ambos riendo –

En una de las fotografías, tal vez tendría unos 14 o 15 años, un chico pelirrojo me sostenía de la cintura mientras yo besaba su mejilla. Mi madre al ver mi cara confundida me dijo:

– ¡Oh! Ese es Thomas, el hijo de los Loyden. Antes de mudarnos a New York tuvimos muchos hogares en distintas partes de Estados Unidos. A pesar de que cambiabas muchas veces de instituto nunca dejaste el contacto con ellos. Cuando llegamos a New York, los Loyden fueron nuestros vecinos y amigos más cercanos. Thomas no fue la excepción. Después de ayudarlo a encontrar a su perro perdido se hicieron inseparables. Siempre pensamos que algún día su relación se hiciera más íntima, sin embargo ustedes nunca llegaron a pasar esa línea.

La escucho atentamente, mientras observo el retrato del chico de cabellos rojizos y como recibía complaciente mi gesto de cariño.

– Quisiera verlo – murmuro distraidamente –

– Él también quiere verte. Ha estado muy preocupado por ti desde que se enteró del accidente. No paraba de preguntar si ya habías despertado. Dijo que vendría en estos días a visitarte.

Yo asiento con una sonrisa distraída en los labios. La hora de las visitas acaba. Me despido de mis padres y Leilany me lleva a mi habitación. Me quedo sola mientras pienso en las ganas que tengo de conocer a Thomas. Todavía recuerdo sus intensos ojos azulados mirándome con ternura. Su fuerte musculatura y aún así sostenerme con cuidado.

Han pasado varias horas en lo que pienso en mi encuentro con Thomas hasta que siento la necesidad de ir al baño. Cuando termino lavo mis manos y me quedo un rato más mirando mi reflejo en el espejo del baño. Mi cabello castaño claro se extiende hasta un poco más abajo de los hombros. Está un poco enmarañado y descuidado, en él puedo ver una mecha de color rosa en el lado izquierdo de mi cabeza. Mis ojos azules, aún más intensos que los de Thomas y mucho más oscuros que un azul de ojos  normal, tanto o más azules que el basto océano. De ahí que Leilany me llame "Azul". Dice que nunca ha visto unos ojos tan azules como los míos. Sin embargo me confesó que yo misma le pedí que me llamara por ese apodo o por el diminutivo de mi nombre y a ella le gustó más "Azul". Al parecer muchas personas lo hacían salvo una. El hermano de Leilany prefería llamarme "Allison" o simplemente "Lisa". Me dijo que al principio también me decía "Azul" pero que lo hacía de forma burlona y que de un día para otro me llamó por mi nombre, y de vez en cuando usaba mi diminutivo.

Detallé un rato más mis facciones.

Ojos grandes, piel blanca, nariz y boca pequeñas. Puedo decir que parezco una frágil muñeca de porcelana, aunque según las historias de Leilany de frágil no tenía nada. Empujé las ruedas de la silla para salir de la habitación con una sonrisa en el rostro. Más desapareció encuanto mi vista viajó al hombre en la habitación. Parecía estar contemplandolo todo en ella, mirando a todos lados menos a mí. Al principio pensé que podría ser Thomas, pero luego descarté la idea. No tenía ese vivaz pelo rojo brillante, que transmitía confianza, al contrario. El suyo era de un profundo negro azabache. Tan oscuro que me hizo recordar al enorme cielo nocturno cuanto no está decorado por ni una sola estrella. Estuvo un rato acariciando la mesa junto a la camilla hasta que sus ojos se desviaron.

Me miró.

Y yo, en vez de preguntarle quien era o de exigirle que se fuera por donde mismo entró, me quedé estática sobre la silla de ruedas.

Continuará...

Amnesia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora