CAPÍTULO ONCE
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"Esteban Gray"~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Ya han pasado casi dos meses desde que desperté y aún no tengo ninguna pista de mi pasado. Lo único que tengo de mis recuerdos perdidos son los sueños que tengo de vez en cuando. Sin embargo, aún no los decifro y no sé el por qué todos son sobre los veranos que pasaba la familia en la casa de campo.
El chico de pelo blanco tampoco ha vuelto ha aparecer, aunque si que he recibido una rosa blanca todos los días junto con una nota a un lado de mi cama. Cada mañana cuando despierto me las encuentro con el mismo mensaje: "Buenos días, señorita bonita. Pronto nos volveremos a ver. S.L."
Todavía no tengo pruebas, pero tengo una ligera sospecha de que ese chico está relacionado con ellas.
— Azul.
Levanté la mirada del menú que fingía leer y la dirigí hacia mi mejor amigo. Él estaba mirando su reloj de pulsera.
— Ya casi es hora.
Yo asentí.
En ese momento llega el camarero con el café con leche y canela que ordené hace diez minutos, puso otro igual junto a Thomas y luego se marchó, no sin dejar de mirarnos de forma extraña.
Y es que no lo culpo. Si yo trabajara en una cafetería y viera entrar a dos personas vestidas de negro, con pantalón, gabardina, gorra y gafas de sol, también los miraría de forma extraña. Y si encima no dejan de mirar el edificio de en frente y actuar tan seriamente solo me daría a pensar que están vigilando a alguien, y no me lo pensaría dos veces para llamar a la policía. Supongo que lo único que detuvo al pobre hombre de hacerlo es que no cree que una chica con muletas pueda ser peligrosa. Pero llevar o no muletas me importa poco para cumplir mi cometido.
— Ahí está.
Y es que estamos haciendo exactamente eso.
Desde el cristal de la cafetería vemos a la persona que sale del hospital en el que estuve ingresada hasta hace un par de semanas atrás. Lleva un par de audífonos en sus oídos lo que nos facilita nuestra pequeña misión de espionaje.
— Voy a seguirla. — Thom se bebe el café de golpe y deja el dinero de ambos en la mesa — Quédate aquí para no levantar las sospechas de ese camarero, y actúa natural.
— Te llamaré cuando salga.
Él asiente y se va con las manos en los bolsillos. Me gustaría ser yo la que la siga, pero con mis muletas no podré seguirle el paso, así que lo mejor es que deje que Thomas lo haga y yo me quede aquí evitando que el camarero se alarme y decida por fin denunciarnos con la policía.
Tomo mi café con calma cuando siento que alguien se sienta en donde estaba antes Thomas. Yo hago una mueca, ya que ni siquiera preguntó si estaba ocupado o podía sentarse, no obstante lo ignoré.
— ¿Así que no me vas a hablar?
Esa voz...
Levanté la cabeza de inmediato y un escalofrío recorrió mi columna vertebral. El mismo pelo blanco y despeinado, la misma expresión tranquila y escalofriante. Lo único diferente eran sus ojos fríos y cínicos, ahora eran dulces y agradables. Pero era el mismo chico que estuvo en el gimnasio del hospital hace unas semanas.
Mis manos rápidamente empezaron a temblar y se notaba en la tasa que sostenía.
— Tranquilizate. No querrás llamar la atención.
Sus ojos señalaron al mismo camarero que no había dejado de mirarnos con duda desde que mi mejor amigo y yo entramos, con la mano en el teléfono del mostrador y mirarnos con la amenaza en sus ojos. Respiré y solté todo el aire en un largo suspiro y dí un sorbo al café para disimular.
— Buena chica. Ahora, soy...
— ¿Qué haces aquí? — lo interrumpí —
— Soy Esteban Gray. — continuó, ignorando mi pregunta —
— Escucha, no me interesa hablar contigo así que marchate.
— Solo quiero ayudarte Azul.
— ¿Ayudarme?
Él me sonrió.
— ¿No notas algo extraño?
— ¿Algo extraño?
— Si, en mi.
Lo miré atentamente sin saber que responderle, todo en él gritaba extraño, desde su cabello blanco hasta su piel pálida. Miré sus ojos y observé curiosamente su color. Cuando los vi en el hospital pensé que eran azules pero ahora desde cerca me doy cuenta de que en realidad son como un violeta muy claro.
— Tus ojos son violetas.
— A parte de eso.
— ¿El pelo blanco?
— Mira un poco más. Sé que puedes darte cuenta.
Hice lo que dijo. Sin embargo no noté nada más. Su ropa era simple, una sudadera marrón con cuello y sobre ella una chaqueta gris de marca. Su cara tampoco tenía nada raro, nariz puntiaguda, sin barba, boca mediana.
Su cara no tiene nada raro.
Su cara...
Su cara...
Su cara no tiene...
¡No tiene!
— No tienes ni un rasguño.
Sonrió.
— Bingo.
Se puso de pie.
— ¡Espera! No puedes irte, saltaste de un cuarto piso. ¿Por qué no estás herido? Ni siquiera un arañazo. ¿Y por qué te sorprendió que estuviera viva? ¿Y quién es la persona que mencionaste en el hospital?
— Woow esas son muchas preguntas. — tomó un mechón de mi cabello entre sus dedos y se me congeló el aliento. Luego se acercó a mi oído y susurró: — Si quieres saber las respuestas a tus dudas deja abierta la ventana de tu cuarto esta noche.
— ¿Qué?
— Y no te duermas.
Luego se fue.
Me quedé clavada en la silla unos minutos, analizando lo que acababa de pasar, cuando el sonido de una llamada entrante en mi celular me hizo espabilar.
— Diga.
— ¿Dónde estás? Te estás tardando mucho. — dijo Thomas al otro lado de la línea —
— Yo... — maquiné rápidamente una excusa — Tuve que ir al baño un momento. Pero ya voy de salida.
— De acuerdo, te enviaré mi ubicación.
— Vale.
Colgó y casi al instante me llegó su correo.
Terminé mi café y tomé mis muletas. El camarero al final me ayudó a ponerme de pie y me sostuvo la puerta cuando salí.
Seguí las direcciones del mapa en mi celular mientras pensaba en las palabras de Esteban.
¿Sería buena idea arriesgar mi vida solo por unas respuestas?
Continuará...
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Amnesia
Werewolf- ¿No vas a decir nada? - Yo... yo no... - intento hablar pero mi lengua parece de trapo - No te conozco. Ella me mira con los ojos muy abiertos, sin dar crédito a lo que digo. - ¿Qué? Vuelvo a repetir - No sé... quién eres. Pero aunque tu mente n...