CAPÍTULO OCHO:
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"¿Él?"~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Al día siguiente, exactamente a las nueve la puerta se abrió.
— ¿Lista? — preguntó Leilany —
Desde que me aclaró las cosas viene a la misma hora para, según ella, asegurarse de que no me salte ni uno solo de mis ejercicios. Dice que porque es la única forma en que pueda volver a caminar con normalidad.
Yo le asentí y me ayudó a sentarme en la silla de ruedas para llevarme al gimnasio del hospital.
— Es un idiota.
— ¿Quién?
— ¡Nathan!
— ¿El doctor Johnson?
— Es un imbécil.
Me reí sin poder evitarlo. Nathan Johnson ha sido el doctor a mi cargo desde que tuve el accidente, fue el que me operó cuando llegué y quien me cuidó durante el coma, también quien me diagnosticó cuando desperté, el que me asignó los ejercicios que tenía que hacer para recuperar la movilidad en las piernas y también la persona que mi pequeña torbellino maldice una y otra vez.
Y tiene razón. El doctor Johnson puede ser el mejor en su campo pero es duro de roer igual que un hueso. No es amigo de nadie, no simpatiza con nadie, no tiene compasión con nadie.
— ¡No lo soporto! Cree que por ser el mejor en este hospital tiene derecho a denigrar a los otros. Me hizo firmar unas actas de salida ¡A mi! Cuando ese es su trabajo.
Yo por supuesto me estaba riendo a carcajadas. Resulta muy gracioso cuando Leilany con su pequeño tamaño regaña al doctor Johnson, siendo mucho más alto que ella, como si fuera un niño.
— Tengo el escritorio lleno de estúpidos papeles mientras él duerme a pata suelta en su escritorio.
— ¿Qué?
Mi amiga se sonroja inmediatamente y se tapa la boca con la mano.
— ¡Mierda! Se supone que era un secreto. No le digas que lo dije por favor.
Me volví a reír.
— Lo prometo.
Hablamos todo el camino hasta que llegamos a las puertas del gimnasio dentro del hospital. Cuando Leilany abrió las puertas me quedé helada.
— No puede ser.
Mi amiga aquí al lado, estaba tan sorprendida como yo.
Aunque mas bien, yo estaba en shock. Como la primera vez que lo vi.
Vestía unos zapatos deportivos color blanco junto con unos pantalones de trage muy ceñidos a sus piernas y una camisa recién planchada con las mangas cuidadosamente recogidas hasta los codos, dejando ver su blanquecina piel y las venas de sus brazos. Todo de negro. Cuando me detengo en su cara el shock desaparece parcialmente de mi cerebro y en su lugar aparece confusión.
Su cabeza está de perfil mirando a su frente, sus finos labios están juntos en una línea. Una vena sobresale ligeramente de su cuello y sus cejas están casi tocándose entre sí.
No parece el mismo Rayan que se presentó hace semana y media en mi habitación.
No parece el mismo Rayan que acarició mis manos con tanta delicadeza.
No parece el mismo Rayan que respiró pausadamente y me hizo despertar de mi estado de ansiedad.
Ni el que sostuvo mi cabeza entre sus grandes manos.
O el que me cargó como una princesa hasta mi cama.
No parece el mismo Rayan sereno y paciente.
Este es más serio. Más firme. Más molesto.
Si, está muy molesto.
— ¡Oh, pero mira quién tenemos aquí!
Mi atención se desvía a mi izquierda, justo al lugar donde el hermano de mi amiga estaba mirando. El comentario anterior vino de un hombre que aparenta la misma edad de Rayan. Es alto y más delgado y pálido que él. Su cabello lacio y despeinado es... ¿Blanco? ¿Decoloración?
— Mira quién tenemos... aquí.
Su mirada por un momento parece nostálgica mientras recorre mi figura con sus ojos. Hasta que se detiene en mi rostro y vuelve a poner una expresión cínica e hipócrita.
— Lo siento, pero me cuesta creer que estés aquí.
— ¿Aquí? — pregunto —
— Si, ya sabes. Que estés... — una sonrisa espeluznante se extiende en sus labios — viva.
— ¿Por qué no habría de estarlo?
Por alguna razón esta última parte parecen ser palabras mágicas para que Rayan, que no nos había mirado desde que entramos al gimnasio, y Leilany, quien parecía una estatua parada en su lugar, se pusieran delante de mí ambos en posición de combate.
— Vete de aquí Esteban. — dice el pelinegro —
— Respondeme. ¿Qué quisiste decir?
La desesperación se empieza a apoderar de mi a cada segundo que no obtengo una respuesta. Su sonrisa descarada lo único que hace es provocarme más.
Él solo suelta una carcajada antes de volver a mirarme con esa expresión retorcida.
— Solo te diré, que tengas cuidado. — pasa su vista sobre Rayan — No pasará mucho antes de que él lo sepa.
¿Él?
Se acerca al balcón del gimnasio y se para en el borde.
— Adiós.
Y salta.
— ¡Espera!
Leilany y su hermano corren hasta el lugar por donde desapareció. Pero a un par de pasos de llegar todas las ventanas del lugar estallaron. Ví, horrorizada, como los vidrios rotos caían sobre ellos. Sólo fui capaz de gritar:
— ¡AYUDA!
Continuará...
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Amnesia
Werewolf- ¿No vas a decir nada? - Yo... yo no... - intento hablar pero mi lengua parece de trapo - No te conozco. Ella me mira con los ojos muy abiertos, sin dar crédito a lo que digo. - ¿Qué? Vuelvo a repetir - No sé... quién eres. Pero aunque tu mente n...