Cap 3

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CAPÍTULO TRES:
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"¿Quién eres?"

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El sujeto me miraba, tieso en su lugar ¿Cuánto tiempo ha pasado? 10, 15, 30 minutos, tal vez casi una hora y no salía de la misma posición. Yo no estaba mejor. Me había pasado todo el tiempo que debí exigirle explicaciones, inspeccionándolo con la mirada.

Sus rasgos varoniles, su mandíbula firme y lisa sin un asomo de barba. Sus labios finos, su nariz recta. Tenía una corpulencia física un poco más exagerada que la de Thomas. Traía un chaleco de cuero negro sobre una camisa gris. Unos pantalones gastados azules que se le ceñían a las piernas, y unas botas negras.

Su cara expresaba anhelo y parecía que en cualquier momento se me tiraría encima. Cuando dio un paso adelante reaccioné y puse mis manos delante de mí cuerpo en modo defensivo.

— No te acerques.

Paró en seco.

Mi corazón estaba a mil por hora desde que lo ví. Desprendía un aire familiar que me insitaba a acercarme. Pero a la misma vez misterio y oscuridad, lo que hacía que me alejara.

— ¿Quién eres? — pregunté desconfiada —

Saber que alguien cuya aura grita "peligro" está dentro de mi habitación y que yo desconozco, no me da mucha tranquilidad.

— No voy a hacerte daño — su voz es baja y calmada —

— ¿Qué quieres? — cuando no responde sigo — Sal de aquí.

— Lisa por favor...

— ¡Vete!

Siento como si el corazón se me fuera a salir del pecho. Mi pecho sube y baja y estoy inhalando por la boca.

No puedo respirar.

— Shh, Lisa cálmate.

Se agacha en el piso y empieza a arrastrarse lentamente hacia mi. Cuando lo tengo de frente se sienta sobre sus pies y con sus manos coge las mías.

— Nena estás teniendo un ataque de ansiedad — su voz calmada hace que lo mire — Cierra los ojos y respira por la nariz. Lento y profundo.

Hago lo que me dice y cierro los ojos. Inhalo una vez.

— Eso es.

Después de la quinta inhalación siento como el aire regresa a mis pulmones otra vez. No me detengo hasta que consigo calmarme y es en ese momento que reparo en las caricias que éste hombre está dando en mis nudillos. Cuando le miro, acuna una de mis mejillas con la palma de su mano.

— ¿Mejor?

Asiento.

Dejo caer mi cabeza en su mano y me doy cuenta que es lo suficientemente grande como para que mi cabeza quepa perfectamente entre ambas. Entre sus pequeñas caricias me va entrando el sueño a la misma vez que la puerta se abre de golpe.

— ¿Qué narices haces aquí?

Estoy tan adormilada que ni siquiera el chillido sorprendido e indignado de Leilany puede alterarme. El desconocido, como si no la hubiese escuchado, me levanta en brazos e, irremediablemente, dejo caer mi cabeza en su hombro. Su perfume a lavanda solo aviva mi sueño y soy vagamente consciente de lo que hablan.

— Vine a verla — contesta como si nada —

— No puedes estar aquí.

— Es mi hospital.

— Hay humanos trabajando aquí joder ¿Por qué nunca me escuchas?

¿Humanos?

— ¡Escucha! Tiene amnesia. Te dije que no podías verla hasta que fuera dada de alta. Tu presencia es demasiado impacto para ella ¿¡Y si se desmayaba, le daba un ataque de nervios o algo así!?

— Puedo manejarlo.

Puedo ver de reojo la cara roja de rabia de Leilany mientras el desconocido me arrecuesta delicadamente sobre la camilla de hospital. Delinea mi cara con la punta de los dedos antes de darme un beso en la frente.

— Descansa

— Espera — lo tomó de la manga de su chaqueta antes de que se valla — Dime quién eres.

Sonríe de medio lado antes de responder. Todo parece una película en cámara lenta. Sus labios se mueven lentamente sin apartar su mirada de mi.

Mi mejor amiga lo mira con la boca abierta mientras yo soy incapaz de digerir lo que oí. Sin decepcionarme, mi pequeña torbellino lo saca tan rápido que por un momento pensé que era más fuerte de lo que aparenta. Me quedé sola, sopesando lo que me había dicho, hasta que me quedé dormida recordando sus palabras.

~Rayan ~ hizo una pusa ~ Mi nombre es Rayan Himblett.

Continuará...

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