•CAPÍTULO 16

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El viernes por la noche, Taehyung estaba comprobando que todos los niños llevaran sus camisetas blancas con las alitas cosidas a la espalda y unos halos de cartón pintados de purpurina temblando sobre sus cabecitas. Una vez que los hubo controlado a todos, apartó la cortina que ocultaba el escenario para ver Yoongi había llegando. Algo que había estado haciendo cada cinco minutos en la última hora.

Pero no lo vió entre el público, de modo que aun no había llegado. No importa, se dijo. Solo había dicho que intentaría ir y tal vez era una manera de decir que no tenía el menor interés. Además, no estaban saliendo juntos y no tenía ninguna obligación. ¿Que hombre querría pasar un viernes por la noche con un montón de niños?

Suspirando, se apartó de la cortina. . . pero chocó contra algo sólido.

Y cuando se dió la vuelta, Yoongi estaba a su lado.

—¡Hyung! ¿Que haces aquí?

—Me pediste que viniera.

Taehyung rio, esperando no haberse puesto colorado.

—No, quiero decir aquí, detrás del escenario.

—Quería saludarte antes de que empezara la obra. Una de las mamás me está guardando el sitio.

Taehyung miró sus hombros anchos, destacados por el traje de chaqueta, y sus bonitos ojos grises cual felino.

—Seguro que sí.

—¿Qué?

—Nada, nada. Gracias por venir, no tenías que hacerlo.

—Quería saber si seguías enfadado.

—Nunca he estado enfadado contigo.

Yoongi lo miró con un brillo de burla en los ojos.

—Estás mintiendo.

—No, de verdad. Estaba cansado, nada más.

—Estabas enfadado y pegando voces en medio de la autopista.

Estaba tomándole el pelo, pensó el menor. Y eso le gustaba. Cuando se conocieron, jamás imaginó que fuera posible.

—Estaba perfectamente calmada y racional.

—Te estabas comportando como una chica, admítelo.

—Podría darte un puñetazo ahora mismo.

—Podrías y nadie se daría cuenta, sobre todo yo —Yoongi le entregó un papel—. Toma, lee esto.

Era un documento oficial de Industrias Min detallando la nueva normativa sobre el documento para empleados.

—¿Vas a comprar las ruedas o no?
Taehyung lo miró. Mientras lo ayudaba a el, también iba a ayudar a muchas otras personas.

—Sí, lo haré —contestó, acercándose un poco más, para darle un beso en la cara—. Te lo prometo.

Yoongi lo tomó por la cintura.

—Eres un pesado, ¿Lo sabes?

—Sí —rio Taehyung —. Y tú eres un dictador.

Le encantaba estar así, le encantaba su calor y su fuerza. Cómo siempre, estar con Yoongi lo hacía sentir seguro.

—Tengo que volver con los niños —dijo luego, apartándose —. Llevan halos de cartón y no creo que sobrevivan mucho rato.

—Muy bien. Te veo después de la obra de Navidad.

—Festival de invierno, hyung.

—Lo que tú digas, te veo luego.

—Sí —dijo el menor, suspirando mientras lo veía alejarse.

Sabía que, aunque lo hubiera conocido solo una semanas antes, estaba apunto de enamorarse de Yoongi. No sé parecía a nadie que hubiera conocido nunca. Era mejor en todos los aspectos.

Yoongi había prometido no pedirle que fueran amigos y confiaba en que cumpliera su promesa. . . pero también había prometido que su relación terminaría, cuando terminasen las fiestas. Y sabía que también cumpliría su palabra en ese aspecto.

Desear que hubiese algo más no cambiaría nada. Yoongi le habia dicho una vez que en su vida, alguien siempre ganaba y alguien perdía. Y está vez, Taehyung tenía la impresión de que el perdedor iba a ser el.
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El lunes por la mañana, Yoongi entró en su oficina y encontró un plato de galletas sobre el escritorio. Estaban tapadas con un plástico transparente y sobre el plato había una nota que decía:

       Querido señor Min

Grácias por el descuento en las ruedas que anunció el viernes. Soy una madre divorciada con tres hijos y siempre me cuesta trabajo llegar a fin de mes. Hace algún tiempo que necesitaba cambiar las ruedas de mi coche y, sencillamente, no podía permitírmelo, pero el descuento significa que podré llevar a mis hijos en un coche más seguro.
Siempre me ha gustado ser empleada de industrias Min. Grácias por darme otra razón para estar orgullosa de mi lugar de trabajo.

Que tenga felices fiestas.
Atentamente,
Jessica Sooyon Jung
Departamento de contabilidad.

Yoongi no sabía quién era o cuánto tiempo llevaba trabajando para la empresa. Sonriendo, quitó el plástico de las galletas y tomó una. De chocolates, sus favoritas.

Luego se acercó a la ventana que daba al patio en el centro de edificios. Podía ver a la gente entrando para empezar la semana laboral, gente a la que nunca se había molestado en conocer.

Diez años antes habría sabido el nombre de cada uno de sus empleados. Entonces trabajaba veinticuatro horas al día, intentando que la empresa diera beneficios y ampliarla en lo posible. Durante los últimos años había tenido relación con sus jefes de departamento y su secretaria, nada más. No tenía tiempo.

¿Quienes eran esa personas que trabajaban para él? ¿Por qué habían elegido Industrias Min y no otra empresa? ¿ Les gustaban sus trabajos? ¿Debería eso importarle?

Yoongi miró la nota y el plato de galletas.

Taehyung sería un desastre como jefe, regalando más de lo que la empresa ganaba, pero tal vez había llegado el momento de salir de los confines de su despacho y recordar cómo era conocer a los empleados, escuchar en lugar de dar órdenes, pedir en lugar de exigir.
Tal vez había llegado el momento de dejar de ser el empresario más odiado del país.

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•||SEDUCIDO POR EL MILLONARIO||•  •|YOONTAE|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora