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«Lee hasta el grado de convertirte en una hoja más del libro. Lee hasta perderte en cada oración escrita, lee hasta convertirte en cada letra y hasta sentir todo detalle, inclusive el más insignificante.»

«....Entonces tomé mi decisión. No había tiempo. Así que en cuestión de segundos levanté la espada delante de mí y me interpuse entre Jiro y la bestia. Todo pasó en menos de un parpadeo: clavó sus gigantescas garras en mi pecho y estómago, con un ruido repugnante lleno de crujidos y piel desgarrada. Un grito silencioso fue lo único que pude emitir mientras la sangre corría por mi torso tan veloz que parecía increíble.

Dolía tanto que estaba paralizada. Y, aún con todo este dolor, al ver a Jiro supe que no era la que sufría más. Mi dolor se apagaría con mi muerte.

Mi elección fue él, por encima de todo

—¿Buena lectura? —dijo una amigable voz. Levanté la vista y vi a Rupert, el bibliotecario del colegio, con un par de libros de texto en sus manos y una sonrisa de lado.

—Lo era, hasta que mi personaje favorito al parecer muere. Ya no se puede tener un buen final feliz en estos tiempos para todos —contesté y dejé el libro a un lado en la mesa de la biblioteca en la que me encontraba.

—Y que lo digas —suspiró él sentándose frente a mí. Éramos los únicos ahí, aunque a nadie le extrañaba ya que la biblioteca del instituto más bien parecía un cementerio. Solo la visitaban unos cuantos alumnos en época de exámenes—. Pero creía que no te gustaban los finales felices.

—Y no me gustan, al menos no cuando pierden su credibilidad. Pero sigo siendo una adolescente y un poco de felicidad ficticia nunca está de más —miré los libros que cargaba Rupert con el ceño fruncido—. ¿Más libros de texto atrasados? Me sorprendería el día que el tirano del director se interese de verdad en la calidad de libros que envía. No he encontrado uno bueno en todo el mes.

Y era verdad, había buscado en todas partes y lo que abundaban —además de esos libros de texto— eran revistas y diccionarios. Era deprimente. Por el rostro de Rupert cruzó una mirada extraña, miró a los lados para asegurarse de que no había nadie y casi ruedo los ojos. ¡Por Merlín, como si alguien de verdad, además de nosotros dos, viniera aquí! Finalmente asintió distraídamente para sí y se acercó hacia mí apoyándose en sus codos. Sus ojos dorados brillaron cuando habló.

—Pues, ¿sabes? Hay una leyenda acerca de un libro extraordinario en esta biblioteca.

Esperé a que continuara pero sólo me miró como si aguardara algo, algún tipo de reacción. Me encogí de hombros y su expresión flaqueó.

—¿Y?

"Y"... que nadie ha podido encontrarlo. No se sabe exactamente a quien perteneció, ni tampoco se sabe cómo es que llegó aquí —o si de verdad está aquí— pero es bastante posible porque, por si no lo sabes, este lugar no siempre fue una simple preparatoria. Era una antigua residencia que donaron para construirla, así que el libro pudo venir con ella. De cualquier manera, algunos dicen que puede traer a su dueño riquezas, poder, fama... Aunque también muchos problemas.

Entrecerré los ojos con incredulidad pero Rupert parecía hablar en serio, como si de verdad creyera esa sarta de tonterías sin sentido, así que decidí seguirle el juego un poco.

Nunca es bueno contradecir las locuras de alguien.

—Entonces... ¿es un libro de terror? —pregunté con una sonrisa de lado. Él asintió, imitando mi sonrisa. Me sentí un poco culpable por fingir curiosidad pero podía vivir con eso. Rupert, además de ser el bibliotecario de la preparatoria, era mi amigo, y había aprendido que una que otra mentirita blanca podía ayudar a cualquier situación.

No lo leas, ViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora