II

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II

«Mis mundos no obedecen a tus mapas».

—Denise Márquez

—Así que... ¿hiciste nuevos amigos? —se burló Rupert con sorna. Estreché los ojos y cerré el libro que había estado ojeando mientras le contaba lo ocurrido a él con la esperanza de que me dijera su verdadera opinión al respecto y no que se riera de mí.

Sí, error mío.

Suspiré y me llevé las manos al rostro.

—¿Qué debo hacer? —gemí, estirando la piel debajo de mis ojos, provocando la risa del bibliotecario.

—Tranquila, sólo le hablaste a un par de personas más, no es el fin del mundo...

—¿Quién lo dice? ¿Y si por causa de ese demonio... —dije refiriéndome a Jessie— la gente comienza a evitarme?

Rupert se cruzó de brazos y trató de evitar su sonrisa sin lograrlo.

—No quiero ser grosero contigo, Victoria, pero con o sin ese chico la gente te evita —Abrí la boca para protestar pero la cerré al instante. Buen punto—. No seas tan prejuiciosa ni siquiera conoces al chico, ¡dale una oportunidad!

—Qué fácil decirlo... —me quejé—. Jessie es un demonio andante. Es casi lo que definimos en mi tierra como «chupacabras» o «político de partido». Que, no tienen nada que ver, pero entiendes lo que quiero decir.

—Creo que nadie además de ti lo entiende —volvió a reír él y yo me dejé caer en la silla, suspirando.

Sabía que estaba dramatizando. Es decir, no es como si realmente me importara lo que pensaran de mí, o que Jessie en realidad haya reparado lo suficiente en mí como para recordar mi nombre, pero es que Warrior me parecía un caso distinto. Desde que había entrado a este colegio, había escuchado rumores sobre él constantemente y los posibles tratos que tenía con mafiosos o matones... O mafiosos matones. La verdad es que la mitad de esos chismes no tenían lógica y eran hasta ridículos, sin embargo, mi primo Nico lo conocía y cuando le preguntaba acerca de si todo eso era cierto o no, él sólo se encogía de hombros y decía: «Sólo sé que hay que irse con cuidado con ese chico». Estaba siendo bastante prejuiciosa, también lo sabía, pero vamos, he leído un montón de libros sobre chicos malos y yo no tenía cabeza para uno de esos en este instante; prefería uno que fuera amable y hablara de libros conmigo a uno que me hiciera mala cara por todo y se metiera con cualquier cosa con falda y piernas que se le atravesara.

Sí, eso es para esos protagonistas malvados que abundan en todos los campos. ¿Por qué no hay más Choi Youngs* por ahí?

—El caso es —dije tratando de volver al tema— que no me da buena espina. No puedo evitarlo, en mi familia nos guiamos por instintos y, a menos que me estén fallando todos ahora, estos me dicen que no me le acerque.

—Quizá lo que pase es que te estás dejando influir demasiado en opiniones de tus protagonistas de libros —se encogió Rupert de hombros; vaya, como si me hubiera leído el pensamiento, qué perturbador—. Quien sabe, suele pasar. Tienes un ideal de chico en tu mente y cualquier otro que no lo cumpla no es bienvenido.

Fruncí el ceño y me crucé de hombros.

—¿Qué te hace pensar eso, eh?

—El hecho de que te la pasas suspirando por chicos como Blaine Dawson, ¿tal vez? —inquirió él socarronamente. Abrí los ojos como platos y me sonrojé más que aquella vez que corrí cuatro cuadras porque me persiguió el perro de los Rodríguez.

No lo leas, ViDonde viven las historias. Descúbrelo ahora