Capítulo 12

1.1K 100 4
                                        

-Puedes tocarlo - me dijo desde el sofá cuando volví­ a mirar el Steinway al pasar una vez más por su lado.

Ignoré su ofrecimiento y respondí­ a la pregunta que me habí­a hecho. Desde que termináramos de desayunar, Jennie se habí­a instalado en el sofá con mi libro y no dejaba de asegurarse de que me sabía la lección. Llevaba demasiado tiempo contestando a su improvisado examen y su belleza, mientras formulaba nuevas preguntas, me estaba volviendo tan loca que me levanté para pasear por su salón tratando de ahuyentar mi deseo de besarla.

-De hecho, me gustarí­a que lo tocaras - sonrió con amabilidad retiré mis ojos de los suyos tímidamente.- Me encantarí­a oírte- insistió.

-No sé tocar el piano - murmuré.

-Cariño, si con dieciséis años reconoces un Steinway & Sons es porque sabes tocarlo.

Sonreí avergonzada y tensé el brazo sobre la muleta.

-Es demasiado bueno para que lo toque cualquiera.

-Tienes razón, precisamente por eso te pido a ti que lo hagas.

-Gracias - musité enrojeciendo más de lo que ya estaba.

Sonrió desde el sofá y sus ojos me estudiaron intensamente.

-Eres la primera persona a la que le dejo tocarlo. Ni siquiera lo he tocado yo - asentí agradecida, pero enseguida rehuí su mirada otra vez. Se me habí­a acelerado el corazón cuando me miró de aquel modo.- ¿No quieres? - preguntó suavemente.

Caminé hacia ella y su mirada me recorrió de arriba a abajo.

-Tú primero - me tembló la voz.

-¿Yo? Yo no sé tocar el piano, Lisa.

-Me dijiste que tu madre te enseñó algunas cosas.

-Pero eso fue hace mil años, era una cría, ya no me acuerdo.

-Sigues siendo una crí­a.

-Sí­, claro.

-En ocasiones te comportas como tal - apunté.

-¿Ah, sí?

-Sí - confirmé.-Inventarte lo de Greta para averiguar hasta dónde habí­a llegado en mis supuestas relaciones sexuales a mí­ me parece bastante infantil, ¿no crees?

-A eso se le llama tacto.

-¿Ahora se llama así­? Si lo hubiera hecho yo?

-Tú ya lo has hecho - contestó con cierta arrogancia en esta ocasión.

- ¿Cuándo?

-El otro dí­a, sin ir más lejos. Por no mencionar también el mismo día que nos conocimos - sus ojos se posaron triunfantes sobre mí­.

-Pero yo solo te pregunté si habí­a alguien en tu vida.

-Y yo solo te pregunté a ti si no lo habí­a habido en la tuya - repuso con rapidez.- Pero tú me respondiste que nunca te habí­as acostado con nadie. Y como no me quedó clara tu respuesta, matice sobre el asunto.

-Vale, tú ganas - suspiré resignada.- Pensaba que era eso lo que querí­as saber.

Me sujetó la muleta impidiendo que me alejara.

-En realidad, sí­. Así que ganas tú - me guiñó un ojo con aquella sonrisa que cada dí­a me enamoraba más.

Desistí en mi intento de que tocara algo de lo que le habí­a enseñado su madre y ella no volvió a insistirme a mí tampoco. Continuamos con su test y pasamos el resto de la mañana estudiando. Me llevó a la habitación donde guardaba su colección de minerales cuando pregunté por la cobaltocalcita que le había regalado su madre. Me quedé boquiabierta cuando descubrí la estancia llena de expositores, parecí­a un museo, era espectacular. No sé cuántos minerales podrían encontrarse allí, los había de todos los tamaños, formas y colores posibles. Mis ojos buscaron con rapidez los de color rosa, pero existí­an demasiadas vitrinas que lucieran aquel color en sus diversas tonalidades. Los vi desde el rosa más pálido al fucsia más intenso. Me acerqué y descarté las rodocrositas, al ver que cada mineral estaba correctamente etiquetado con su nombre y procedencia. Pasé por las rodonitas y rubelitas hasta que di con las cobaltocalcitas. Las miré detenidamente, pero aun así quedaban más expositores con aquel impactante mineral. Continué buscando la pieza con forma de montaña de la que me había hablado. Se rio cuando señalé a una que brillaba bajo los rayos del sol que entraban por la ventana, tení­a cristales rosas violáceos.

JENNIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora