Me desperté muy pronto aquella mañana. El cielo seguía tan oscuro como lo estaba cuando Jennie salió de la habitación la noche anterior. Ni siquiera se apreciaba en él un atisbo de luz que me diera un indicio de que el amanecer estaba a punto de llegar. No sabía qué hora era. Lo único que sabía era que me moría de ganas por que dieran las ocho en el reloj para poder verla cruzar aquella puerta. Ese anhelo fue lo que me mantuvo en vilo sin permitirme que volviera a coger el sueño. Miré a la derecha en busca de mi madre y comprobé que seguía durmiendo plácidamente. No podía quitarme a Jennie de la cabeza. El recuerdo de su rostro, su sonrisa y sus manos, no dejaban de latir en mi mente. Giré levemente la cabeza para poder tener una mejor perspectiva de la puerta. Y allí me quedé expectante, hasta que la luz del día fue iluminando la habitación, haciendo que mi madre se despertara. Cuando Jennie entró en la habitación lo hizo acompañada de Somi. Iba vestida completamente de blanco. Era la primera vez que la veía vestida con el uniforme de médico, incluyendo los graciosos zuecos. Nuestras miradas se cruzaron y me guiño un ojo a modo de saludo antes de que ambas se detuvieran ante mi madre. La observé mientras formaban un corrillo. Afortunadamente, Jennie había quedado frente a mí, lo que me permitía admirarla sin ningún tipo de disimulo. Sus labios no tardaron en sonreír brevemente cuando se percató de mi insistente mirada.-Jennie,¿puedes venir un momento, por favor? - interrumpí impaciente por tener su compañía solo para mí.
Las tres me miraron a la vez, pero solo ella se encaminó hacia mí.
-Hola,¿Cómo te encuentras hoy?
Moví la mano escayolada para poder tocar la suya, que acababa de apoyar sobre el colchón. Clavé sus ojos en los míos cuando acaricié suavemente el dorso de su mano. Nadie podía vernos. Ella había quedado de espaldas a mi madre y Somi, que continuaban charlando en la entrada de la habitación.
-Tenía muchas ganas de verte - susurré dejando mi mano sobre la suya, pero esta vez sin acariciarla.
Advertí que su mirada se solidificaba y retiró mi mano por respuesta.
-Hoy te voy a quitar la sonda - habló otra vez.- ¿Has ido al baño?
-No voy a hacer nada en una cuña.
-Va en serio.
-¿Quieres que te ponga un pañal?
-Ponme lo que quieras, pero no voy a hacer nada - persistí.
-Lo harás, créeme.
Mi madre nos comunicó que bajaba a la cafetería a desayunar cuando Somi se situó a los pies de la cama.
-Ahora misma vuelvo - anunció Jennie desapareciendo también junto a Somi tras la puerta.
Pensé que a su vuelta vendría acompañada de otra de las enfermeras que habitualmente le ayudaba en aquella tarea, sin embargo, en esta ocasión apareció ella sola con el carrito. La observé mientras me desabrochaba la chaqueta del pijama. En aquel momento, la cercanía de su cuerpo y sus manos deslizándose por el suave tejido a punto de descubrir mi anatomía me excitaron. Un escalofrío me recorrió de norte a sur y sentí el cálido tacto del pijama sobre mis pezones erectos. Me miró cuando me mordí el labio inferior al tratar de aplacar mis estimulados sentidos.
-¿Te duele?
-No - respondí con la voz ronca por la excitación.
Cuando me abrió la chaqueta y fui consciente de la desnudez de mi cuerpo ante su presencia, la extraña y a la vez excitante situación se transformó en una placentera humedad entre mis piernas.
-Esto va mejor - la oí decir.
Forcé el cuello para poder mirarme y vi mi cuerpo desnudo. No me fijé en el hematoma sino en mi pecho coronado por unos pezones insistentemente erectos. El día anterior no había sido capaz de reconocerme, sin embargo, en ese instante era lo único que era capaz de distinguir.

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JENNIE
أدب الهواةUn accidente lleva a Lisa ingresar en la clínica donde trabaja Jennie, médico que se encarga de la recuperación de la joven. desde el primer momento nacerá una especial fascinación por parte de Lisa, que está acostumbrada a conseguir lo que quiere...