Nunca la Semana Santa había tardado tanto en llegar, ni caído tan tarde en el mes de abril. La última semana de clase, antes de las esperadísimas vacaciones, me mantuvo separada de Jennie. No porque yo quisiera, sino porque ella seguía ocupada con asuntos varios, al parecer. Curiosamente, desde que nuestra relación se había vuelto más íntima menor era el tiempo que pasaba con ella. Ahora nos habíamos convertido en amantes de fin de semana. Supongo que tendría que haberme conformado con aquello, pero yo siempre quería más. Desde el mismo instante en que la conocí, Jennie se había convertido en mi adicción y ahora que había probado la droga, el síndrome de abstinencia no me dejaba vivir sin ella. Y lo peor de todo era el constante runrún de mi cabeza, que me decía que algo no encajaba, que algo ocurría. El jueves por la tarde acompañé a Rose, después de que termináramos las prácticas en el hospital, a comprar un regalo para Jisoo. Iba a ser su cumpleaños y quería ir a una tienda de instrumentos musicales que se encontraba al norte de la ciudad. La seguí en moto y me detuve detrás de ella cuando se nos cerró un semáforo. Tenía la vista fija en la luz roja que colgaba por encima del casco de Rose cuando un color azul, que se hallaba en mi campo de visión, me sacó de mi ensimismamiento. Desvié la vista y me topé con aquellas luces de neón que iluminaban unas letras que me resultaron familiares. «Clínica Romo», leí sin poder evitar que me diera un vuelco el corazón. Rodé despacio en el momento que brilló la luz verde. Quería absorber cada mínimo detalle de aquel edificio blanco con enormes cristaleras al tiempo que circulaba por delante. Casi estaba llegando al final de la manzana donde terminaba el parking propiedad de la clínica, cuando mis ojos detectaron la trasera de un coche blanco entre los muchos que había allí aparcados. Era el coche de Jennie. Se me desbocó el corazón y aceleré vacilante la moto para no perder a Rose. De regreso a casa volvimos a pasar por delante de la clínica y a pesar de que la perspectiva desde enfrente me dificultaba la visión, pude distinguir que su coche permanecía allí estacionado. Me despedí de Rose en la esquina donde siempre lo hacía y continué en dirección a mi casa para no levantar sospechas. Tan pronto avancé por la calle, asegurándome de que ya se había marchado, di la vuelta y deshice el camino de nuevo hasta la clínica.
Comprobé que su coche seguía allí y aparqué la moto en el lateral de la calle de enfrente. Merodeé por la acera sin apartar mis ojos y terminé por sentarme sobre el respaldo de un banco, que me ofrecía la altura suficiente para ver sin ser vista. Pasó mucho tiempo allí sentada, con la mirada fija en su matrícula, hasta que a las ocho y veinte reconocí su figura caminando por el aparcamiento. Iba sola y otra bolsa de plástico, como la que había descubierto en su armario, colgaba de su mano. La contemplé con la mirada borrosa por las lágrimas durante su recorrido. Después, se metió en el coche y esperé a que saliera del parking. La seguí con la mirada hasta que se alejó tanto que dejé de verla.
-Es precioso Jennie- le dije contemplando la impactante panorámica sobre la playa de arena blanca y agua turquesa, que contrastaban con el verde de la vegetación y las palmeras.
-Me alegro de que te guste - respondió entrelazando sus dedos con los míos.
-Es lo más bonito que he visto en mi vida después de ti - levanté su mano y bajé la vista para mirarla. Aún era capaz de sentir su tacto sobre mi cuerpo, desde el fin de semana anterior, en que habíamos hecho el amor.
-Querrás decir de ti.
-No, de ti - confirmé llevándome su mano a los labios para besarla.
-¿Va todo bien, Lisa?
Eso mismo me preguntaba yo.
-Sí, muy bien. ¿Por qué?
-Porque hoy estás muy callada, especialmente callada. -Tenía razón, apenas había hablado durante las tres horas y media de trayecto en el ferry que nos había llevado hasta allí. Y tampoco cuando desembarcó el coche y condujo cruzando la isla de norte a sur, hasta el exclusivo complejo hotelero donde nos hallábamos. Me moví para quedar detrás de ella, rodeándola por la cintura-. Y triste - añadió girando la cara para mirarme, al tiempo que se apoyaba sobre mi hombro.

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JENNIE
FanfictionUn accidente lleva a Lisa ingresar en la clínica donde trabaja Jennie, médico que se encarga de la recuperación de la joven. desde el primer momento nacerá una especial fascinación por parte de Lisa, que está acostumbrada a conseguir lo que quiere...