Capítulo 13

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Aquel sábado quedé con Jennie por la tarde, aunque eché de menos no haberla visto desde primera hora de la mañana, cosa a la que me tenía acostumbrada durante los días que pasé con ella en su casa. Muchos sábados los pasaba con mi madre hasta mediodí­a, en que comí­amos juntas. Era el rato que dedicábamos para vernos los fines de semana. Después, cada una hacía su vida, ella salí­a con George o sus amigas y yo hací­a lo mismo por mi cuenta. Pero eso ocurría antes de que apareciera Jennie. Ahora deseaba pasar con ella cada segundo del día, y cualquier otro plan que interfiriera en retrasar el momento de verla ya no era de mi agrado. De todas formas, fue ella misma quien propuso que nos viéramos a última hora de la tarde. Podrí­a haber cambiado mi habitual rutina con mi madre, cosa que ya habí­a hecho en múltiples ocasiones si algo me surgí­a, pero esta vez ni siquiera hizo falta. No quise quejarme cuando sugirió la hora el dí­a anterior, aunque fuera bastante más tarde de lo que yo esperaba y deseaba. Después de todo me iba a llevar a BouAzzer y era la primera vez que saldrí­a con ella por la noche. Aún faltaban veinte minutos para verla, pero ya no aguantaba más en casa y decidí encaminarme hasta la avenida principal, donde habí­amos quedado. Me apresuré cuando vi su coche aparcado en la esquina con las luces de emergencia encendidas. Como siempre, los latidos del corazón se aceleraron. Me asomé por la ventanilla del copiloto pero descubrí que no estaba dentro. Miré a mi alrededor en su búsqueda y no la encontré entre la gente que paseaba arriba y abajo en la acera, ni entre las que se agolpaban frente a los escaparates de las tiendas. Apoyé el brazo sobre la barra embellecedora del techo de su coche y dirigí la mirada a la acera de enfrente, por si la veí­a. Bajé la vista cuando oí el característico ruido que hací­an las puertas al abrirse con el mando a distancia.

-Hola, chica guapa. ¿Esperas a alguien?

Reconocí­ su voz de inmediato.

-A ti - me di la vuelta.

Tropecé con sus ojos, que me observaban sonrientes. Como cada día, no pude evitar sentir aquel flechazo que me atravesaba cuando la veí­a por primera vez. Incluso me pasaba cuando llevaba horas con ella y de pronto la miraba.

-Llegas pronto.

-Tenía ganas de verte - confesé. Su sonrisa se dibujó más amplia en su rostro y sus ojos me miraron penetrantes.- Tú también llegas pronto.

-Será porque yo también tení­a ganas de verte.

-Lo mí­o no es una suposición, sino una confirmación - dije dándole un beso en la mejilla.

Giró mi cara con la suya mientras la besaba y me devolvió el beso, pero con mayor intensidad.

-Lo mí­o también - susurró en voz baja junto a mi oído.

Bromeó bloqueándome las puertas del coche cuando me disponí­a a entrar en él. Aquella noche parecía especialmente contenta. Observé su juego atontada aún por el cosquilleo que me habí­a producido su beso, su aroma y su voz en tono confidente.

-¿No vamos a BouAzzer? - pregunté, acomodada al fin en el asiento del copiloto cuando vi que tomaba otra dirección.

-Luego, ahora vamos a otro sitio. ¿Te parece bien?

Me pareció perfecto. Habí­a sonado ligeramente misteriosa y no quise preguntar más para no estropear la sorpresa, si es que había una. Entramos en el club náutico y recorrimos la calzada, adornada con plantas y palmeras, hasta que llegamos al aparcamiento. Hací­a una noche tan buena que parecí­a primavera. El cielo estaba totalmente despejado y las estrellas brillaban junto a una luna en fase de cuarto creciente. Caminé a su lado entre la gente que también habí­a aparcado y se dirigí­an ahora hacia el edificio principal. La seguí cuando todos entraron, y ella continuó el camino bordeando la finca. Me rodeó el brazo al doblar la esquina y la acera se convirtió en un sendero de pizarra que nos abría paso a través de un jardí­n iluminado tenuemente con farolillos. En ese instante, solo fui consciente del calor de su mano y la leve presión que ejercía a través de la manga de mi abrigo.

JENNIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora