Tengo la teoría de que los bolsos de las mujeres son capaces de rebatir las leyes de la física.
De otro modo, no me explico cómo en el bolso aparentemente normal de Montserrat han cabido sus tenis, su pantalón, su camiseta del trabajo, una chaqueta de jean y una bolsa inmensa de maquillaje.
Vamos en el taxi mientras ella se cambia su ropa del trabajo sin problema alguno. No veo nada inapropiado, valga decir, porque me obliga a mirar hacia el otro lado y como está en el asiento tras el conductor, él tampoco ve. Creo que yo ni siquiera podría cambiarle los calcetines en este reducido espacio. ¿Es otro super poder de las mujeres?
—¿Ya puedo girarme?
—Sí.
Cuando volteo, la Montse que encuentro es una completamente diferente a la que recogí en la librería hace solo veinte minutos. Ha soltado su cabello, ha descubierto un poco sus piernas, adornándolas al final con un par de tacones negros, se ha cambiado el color de los labios y ahora está concentrada fijamente en su reflejo en el pequeño espejo de mano mientras se perfila sus ojos con negro.
—Es como Fiona cuando se vuelve princesa —digo—. Fascinante.
El conductor suelta una carcajada, pero de Montserrat no recibo la misma respuesta, ella solo me mira con odio y decido callarme para evitar que se vaya a su casa antes de que lleguemos a mi fiesta. Vaya, público difícil.
—¿Y cuánto tiempo llevan juntos? —pregunta el conductor.
Montse y yo emitimos dos tonos distintos de «pffff» antes de girar nuestras cabezas en direcciones opuestas.
—No estamos juntos —responde ella con firmeza.
—Solo la contraté esta noche para que me acompañe a una fiesta.
El conductor nos da una miradita cómplice por el retrovisor; yo quiero partirme de risa, pero Montserrat me da un codazo con nada de delicadeza.
—Ah, la señorita es dama de compañía —dice el taxista de nuevo y quisiera reírme, pero temo por mi integridad física—. No la juzgo, señorita, no se preocupe.
No culpo de nada al pobre taxista porque no puede ver el gesto de Montse, así que no tiene el instinto de callarse. La risa se dibuja en mis labios pero me esfuerzo por no exteriorzarla.
Sin embargo, Montse pule una sonrisa y añade:
—Gracias. No me quejo, ¿sabe? Es un buen empleo porque solo trabajo para hombres impotentes, así solo me limito a acompañarlos en sus solitarias vidas. No incluye nada físico.
Vale, me lo merezco. Y la risa del conductor, más su mirada juzgadora, también me la merezco.
Montse ve mi rostro y espero que no note el calor de mis mejillas, de todas maneras alzo ambas palmas en señal de tregua. Se supone que voy a demostrarle cómo puedo tener amigas, no cómo crear enemigas mortales en media hora.
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Las raíces de Ralph •TERMINADA•
Romance❝Ralph es un mujeriego que vuela libre. Montse desea aferrarse a su independencia. Cuando la rivalidad entre ambos se convierta en amor, sus mundos se pondrán de cabeza❞. *** SERIE "LOS GIROS DEL AMOR" IV (No son secuelas, se pueden leer de forma au...