25. Ralph

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Diosmio, qué pena con ustedes tanta demora para la actualización. Parece que sin importar lo que prometa, casi no cumplo ajsaajs *llora*

En fin, lo lamento, pero acá tienen otro pequeño maratón para calmar mi culpa. Los amo, no me dejen porque lloro ♥

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Más de dos horas han pasado desde que me acosté en mi cama, pero mis ojos se niegan rotundamente a cerrarse

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Más de dos horas han pasado desde que me acosté en mi cama, pero mis ojos se niegan rotundamente a cerrarse. Mi mente es demasiado consciente de que a una puerta de distancia está Montserrat —que se negó a dormir en otro lado que no fuera el sofá, por más que insistí en que yo podía tomar la sala para dejarle comodidad en la cama— y que lo que más quisiera es estar ahí a su lado, hablando o... bueno, simplemente existiendo a su lado.

Me giro dentro de los edredones y escucho cómo una cuchara metálica cae al suelo con un estrépito en el suelo de cerámica. Me levanto y descalzo salgo de la habitación. En la cocina está Montserrat, con cara de espanto además de un gesto de disculpa que no le cabe en el cuerpo.

—Lo siento muchísimo, no te quería despertar. —Sus mejillas están encendidas, no puedo evitar reírme—. Perdón, se me resbaló la cuchara, yo...

—¿Estás asaltando mi nevera?

En su mano lleva el tarro de helado que mi hermano me regaló cuando compró varios en una promoción. El sonrojo de Montse se intensifica.

—Tenía pensado pagarte cualquier cosa que me comiera, lo juro... —Muerde su labio, apenada—. Es que no puedo dormir.

—No tienes que pagarme nada. Y no estaba dormido, también tengo un poco de insomnio.

La única luz que la ilumina es la proveniente de la nevera; sin duda estaba a oscuras en su misión de no despertarme, creo que eso pudo influir en que la cuchara se cayera. Montse se relaja en su lugar, noto que había estado parada en las puntas de sus pies descalzos como un gato asustado. Cuando se tranquiliza, regresa a su estatura normal.

—Entonces... ¿quieres helado? —dice con duda. 

Asiento y la veo sacar otro plato del gabinete de donde agarró uno para ella. Tiene puesta una camiseta y unos pantalones cortos míos, pues dormir en jean es incómodo y no había muchas opciones en mi armario para facilitarle la estancia. Ha recogido su cabello en una trenza y sin sus aretes, su cadena y su maquillaje, tiene un aire más... atrayente, como si verla tan natural la hiciera más accesible, más cercana. Se ve hermosa de ambas maneras, pero de algún modo, viéndola así, siento que no me mirará mal con tanta facilidad... aunque creo que esa etapa de rencores ya la superamos.

Con los dos platos de helado, regresamos al sofá. Las cobijas que le presté están desordenadas y cuando me siento en ese lugar, alcanzo a percibir el calor que su cuerpo ha dejado. Acá, la única luz es la de una pequeña lamparita de la mesa de café, apenas es suficiente para iluminar medio metro alrededor, pero por algún motivo, ninguno de los dos hace esfuerzo por encender algún bombillo más.

Las raíces de Ralph •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora