7. Ralph

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Aunque la triunfal y dramática salida de Montserrat me ha dejado confundido y pensando que está loca, tengo que disimular para el momento de regresar a casa

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Aunque la triunfal y dramática salida de Montserrat me ha dejado confundido y pensando que está loca, tengo que disimular para el momento de regresar a casa. Montserrat me ha pedido que no le cuente a Vero que ha salido conmigo y creo que por correlación eso incluye a mi hermano, quién no dudaría en ir a soltar el chisme de ser preciso.

Llego a eso de las once al apartamento de Noah, donde me quedo temporalmente mientras me sale un trabajo fuera de la ciudad o me instalo en esta, lo que pase primero. Tengo la esperanza de no cruzarme con él para evitar preguntas acerca de la enorme caja que llevo en mis brazos, pero para mí desgracia, lo encuentro en su sala leyendo una revista de repostería como toda una abuela desocupada.

—¿Compraste un horno?

—Me lo gané.

—¿En dónde?

—En la fiesta de mi empresa. Mi jefa hizo actividades y había premios, este es uno.

—¿Y qué harás con él?

Dárselo a Montserrat sigue siendo lo más lógico y viable: dijo que lo necesitaba, yo no tengo un lugar propio y Noah tiene su horno en perfecto estado. Pero aún así, el desplante que me hizo me tiene un poco resentido.

—Ya veré.

Me despido de mi hermano sin ceremonias y me encamino a la habitación de mi sobrino, que es mía mientras él esté con su madre, cómo está noche. A los pocos segundos escucho los pasos de Noah yendo a su habitación y me pregunto si solo estaba esperando que yo llegara para irse a la cama.

Sería muy Noah de su parte, siempre tan paternal.

Ya acostado y con la cabeza más fría, intento recapitular la noche para saber exactamente qué parte molestó a Montserrat. Hasta ese último momento antes de ganar el horno, cada cosa que le había dicho no la había enfadado y todo era relativamente ofensivo aunque de un modo más bien bromista.

Su forma de enojarse fue tan repentina y brusca, que me cuesta creer que haya sido solamente por mí insinuación de que la cambiaría por alguien más joven. ¿Es de esas mujeres sumamente sensibles con su edad? ¿O la insinuación de que podría reemplazarla tan fácilmente fue la clave? ¿Estará en crisis de los treinta o algo así?

Dijo que no necesitaba que alguien como yo, «un hombre» la entendiera. ¿Es una de esas mujeres que tienen en mala imagen a cualquier ser humano de sexo masculino que se les cruce en el camino?

No creo. Con mi hermano es toda amabilidad y hasta ahora, por lo menos, no la he visto siendo descortés con nadie más aparte de mí. Esa es otra cuestión, ¿por qué no le agrado? Jamás la he ofendido de modo alguno —a excepción de las pullas amistosas de hoy—, pero ella se ha empeñado en mostrar siempre su recelo.

Me giro en la cama, buscando la mejor posición para dormir. Montserrat es mi último pensamiento antes de cerrar los ojos.

Y también es el primero cuando me despierto, porque lo primero que veo es la caja del microondas en el suelo y con ella llega el recuerdo de la noche anterior.

Las raíces de Ralph •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora