32. Montse

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Entro a hurtadillas al apartamento, apretando los párpados cuando siento que Chocolate me detecta y viene hacia mí

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Entro a hurtadillas al apartamento, apretando los párpados cuando siento que Chocolate me detecta y viene hacia mí. Sin embargo, mi sigilo no sirve de nada, porque escucho la voz clara de Vero y pronto veo su figura saliendo de la cocina.

—Buenos días.

Me enderezo, como si así pudiera hacer que Vero olvidase que venía de puntillas para no llamar su atención. Ocultar mi bochorno me cuesta la vida entera, estoy casi segura de que ni así lo logro. Mucho menos cuando la sonrisa burlona de Vero me golpea el rostro.

—Hola, Vero.

—¿Cómo estuvo tu noche? —Me mira de pies a cabeza: la misma ropa de ayer, mi cabello despeinado—. Aunque podría decirse que buena.

Ayer le dije en la tarde que iría con Sol y sus amigas a tomar algo, que no tardaría mucho. Pero estuve contigo, las horas parecieron minutos y cuando nos dimos cuenta, ya era muy tarde para regresar, así que sencillamente me quedé en tu apartamento... luego madrugué mucho para llegar acá temprano y fingir que nada había pasado.

—Se nos fue volando el tiempo y cuando miré ya había amanecido.

—¿Quién es, Mon? —dice de pronto Vero, amable y directa.

—¿Quién es qué?

—¿Con quién estás saliendo? No me digas que con Sol, porque hasta donde sabía, solo te gustaban los hombres. Aunque si es Sol, igual quiero saber, yo no juzgo. —La miro a los ojos pero no digo nada porque negarte por completo es mentir y eso sale de mi plan de solo omitir información a mi amiga—. Andas muy feliz desde hace semanas. Sonriendo de aquí para allá, saliendo en las noches y siempre con una excusa diferente. Te ves... radiante, enamorada.

Mis mejillas arden, mi corazón se acelera. Yo soy consciente de que Vero no es estúpida, sé que cada vez que llego a medianoche o que le sonrío al teléfono en la mañana mientras ambas desayunamos no son acciones que pasan desapercibidas. Lo único que ha mantenido mi secreto a salvo es la discreción de mi amiga y su respeto a mi decisión de contarle lo que yo quisiera.

A lo mejor ya no aguanta más la duda. No la culpo.

Además... si me veo radiante, si me veo enamorada, quizás lo que siento por ti es más fuerte de lo que mi lado consciente cree. Me importas más de lo que pensaba... y no me molesta en absoluto.

Han pasado casi dos meses desde que decidimos estar juntos sin restricciones y día con día las dudas que se acumulaban en mi corazón, se han ido disipando. Tú las has disipado.

Sonrío con culpabilidad, mi mente negada por instinto a ocultarlo más tiempo.

—No es Sol —admito al final. Vero sonríe ampliamente, como si se sintiera triunfadora sobre mi secreto—. Es un hombre.

—¡Cuéntame todo!

Una piedra se asienta en mi estómago. Siento que debo primero hablarlo contigo; si bien fui yo la que puso la condición de mantenernos en secreto y accediste a que así fuera tanto como yo quisiera, no me gusta la idea estar sola para el momento de revelarlo. Creo que es algo que nos corresponde a ambos.

Las raíces de Ralph •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora