09. Mal Día

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Detrás de la sonrisa

Capítulo 09: Mal día

A veces buscamos formas muy poco ortodoxas para proteger lo que amamos.

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Como era de esperarse, Adrien faltó a su primer día de clases y por ello Marinette se paró frente al portón de la mansión con el cuaderno de notas en la mano, esperando que el chico la recibiera, pero Nathalie le pidió que lo disculpara, pues no se sentía en condiciones de verla.

Ella lo soportó bien el lunes, el martes y el miércoles, pero el día jueves, toda su aura de dulzura pareció desaparecer en cuanto estuvo en la mansión esa tarde, pues a pesar de que Nathalie le insistía que Adrien no quería recibirla, ella se mantuvo en su postura de que quería que él se lo dijera en la cara... ¡Es que estaba tan preocupada que necesitaba verlo, sea como sea!

La insistencia de Marinette hizo que Nathalie viera una luz de esperanza, alguien que por fin podría sacar a Adrien del pozo profundo en el que estaba metido desde que supo la verdad sobre su familia; así que, pensando en ello, abrió las puertas ante la sorpresa de Marinette. Ésta ingresó, apretando el cuaderno entre sus brazos, recordando que estaba ahí por Adrien, aunque no podía evitar pensar en que las veces que había estado allí, había estado en la cueva del villano sin saberlo.

—Marinette, sígueme —le dijo Nathalie, guiándola hasta la habitación del chico—Adrien —llamó, abriendo la puerta, por lo que Marinette pudo notar que todo se veía en penumbras—. Marinette está aquí otra vez y quiere verte.

—Nathalie... —susurró—, dile que se vaya, no quiero verla...

—¿Y por qué mejor no me lo dices en la cara? —exclamó, entrando a la habitación para buscarlo con la mirada, algo que fue difícil ya que las cortinas cubrían la mayoría de los ventanales.

—¡Marinette! —exclamó, sentándose en la cama de golpe, para luego tomar el control remoto y encender una luz tenue en la habitación. Cuando lo hizo, buscó a Nathalie con los ojos entrecerrados, muy molesto, pero la mujer solo se encogió de hombros y salió para dejarlos solos. Cuando se fue, volvió a mirar a su amiga.

El enojo de Marinette se desvaneció cuando notó cómo las mejillas del chico parecían más delgadas de lo que recordaba, incluso lucía unas ojeras muy marcadas como si no estuviera durmiendo bien o estuviera enfermo.

—¿Estás bien? —trató de revisar si tenía temperatura, pero él se corrió hacia atrás, evitándola.

—¿No entendiste la indirecta cuando dejé de responder tus mensajes, Marinette? —le dijo, sin mirarla—. ¿O los otros días que no te recibí? No quiero verte y tampoco volveré al colegio, así que no pierdas tiempo trayéndome la tarea, no la necesito.

—¿Por qué? —exclamó sin poder entender qué sucedía y por qué Adrien estaba dejándose morir—. Luchaste mucho por conseguirlo, ¿por qué ahora?

—Luche por muchas cosas... —le dijo como si aquello fuera más de lo que decía—... pero hice cosas peores y arruiné la vida de muchas personas. Si sigues cerca de mí, voy a destruirte a ti también Marinette... por favor, déjame solo.

—Pero Adrien... —insistió, temiendo que él ya supiera lo de su padre—. Necesitas ayuda y yo puedo dártela.

—¿Ayudarme? —dijo de forma irónica, riéndose—. Tú no puedes ayudarme Marinette, nadie puede, así que hazme el favor de largarte de mi casa.

Detrás de la SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora