11. Cuento de hadas

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Detrás de la sonrisa

Capítulo 11: Cuento de Hadas

Porque hay historias que, aunque parezcan muy oscuras, siempre tienen un final feliz.

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Ladybug estaba helada por la revelación que había escuchado. Adrien, el chico que ella quería, la persona que anhelaba en su vida, era nada más y nada menos que un sentimonstruo, una creación del Miraculous del Pavo Real. Era tal el impacto de la noticia que, aunque trató de hablar, las palabras se le trabaron en la garganta.

Adrien suspiró. El silencio, el shock reflejado en los ojos de la superheroína, era algo que esperaba, tanto que, aunque soltó las manos de Ladybug con cuidado, éstas cayeron de manera un poco brusca.

—¿Ves? —le dijo—. Sabía que esto iba a pasar —dijo, moviéndose un poco hacia los ventanales, buscando a su Kwami que aún no aparecía—. Te has quedado sin palabras... —se detuvo, bajando la mirada—... como yo, sin sueños ni esperanzas.

—¿Cómo lo descubriste? —le preguntó, volviendo en sí

—Mi primo vino a proponerme un trato absurdo...—respondió—... y para intentar convencerme, me confesó todo, lo de mi padre y de que somos seres creados con magia...

—Adrien...

—Me contó que hizo un trato con mi padre, entregándole todos los miraculous que te robó a cambio del miraculous del pavo real —le explicó, apretando los puños—. Esa vez, mientras nosotros estábamos aquí, en esta habitación, todo aquello sucedía en el despacho de mi padre.

Ambos se quedaron en silencio. Adrien sintiéndose cada vez más culpable, mientras que la chica bajo la máscara, algo más positiva, pensaba que, mientras ella mantuviera a Duusu a buen resguardo, nadie podría lastimarlo o eliminarlo, a menos de que tuviera el enlace.

—Pero vamos a estar bien —dijo de pronto, producto de sus pensamientos.

—¿Estar bien? —preguntó confundido.

—¡Sí! —exclamó ella, juntando ambas manos, para afirmar con ellas—. Mientras tenga en mi poder el Miraculous, tú estarás bien... ambos estaremos bien.

—¿Y qué harás cuando te canses de mí? —le preguntó, con un mal fingido humor—. ¿Transformarte y chasquear los dedos para que desaparezca? —aunque apenas terminó la frase, uno de los cojines de la cama, pasó a estrellarse contra su cara.

—¡Eres un idiota! —protestó Ladybug, con el otro cojín en la mano, dispuesta a lanzárselo—. ¿Crees que haría algo como eso? ¡Idiota! —y se lo lanzó.

Adrien se cubrió cuánto pudo, cruzando ambos brazos sobre su cabeza, sin poder evitar sonreír de verdad por toda la situación, pues ella se veía realmente furibunda.

—Era una broma —se defendió.

—¡Broma! —protestó, buscando qué lanzarle esta vez, optó por la vieja confiable y le lanzó su yoyo

—¡Oye! —dijo, logrando esquivarlo por un par de pelos que, sin duda, se desprendieron de su cabellera—. ¿Por qué tanta violencia?

—Es que estoy muy enojada —respondió—. Quiero golpearte porque eres un idiota, porque no confiaste en mí y porque creíste que iba a abandonarte, a olvidarme de que fuiste mi pilar durante un año entero, solo por tu origen. ¿Y qué si eres un sentimonstruo? ¿Y qué si eres el causante de todos mis males? De todos modos, ¡Ya lo eras antes de saber esto!

Detrás de la SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora