Amor Prohibido

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Hacían el amor en un hotel; sabían que estaba mal, pero no podían dejar de hacerlo. Ambos muchachos casados, pero entrelazados entre sí; ellos se amaban, eran los amantes perfectos. Hacían el amor mientras se recordaban lo mucho que se amaban, que se querían, y esos suaves susurros de Iván diciéndole: “Nunca me dejes, mi amor”. Rodrigo caía derretido ante esos tiernos susurros llenos de amor y pasión.

Simplemente estaban enamorados. No podían soltarse el uno del otro. Era tan extraño, pero ambos sentían que entre ellos había un hilo rojo que no permitía que se separaran.

Iván estaba casado con un hombre que realmente le daba todo, pero jamás le dió amor. Rodrigo estaba casado con una mujer hermosa, pero algo agresiva y de mala actitud.

Eran unos pecadores a los ojos de Dios. Pecaban hasta por los codos cada vez que se encontraban en ese lugar tan especial que les permitía ser amantes y poder disfrutarse el uno del otro. Ambos querían que el momento no termine. Querían estar juntos sin tener que ocultarse en ese hotel, para no ser descubiertos.

Rodrigo insistía en dejar a su mujer, a cambio de que Iván deje a su marido.

De todas formas, ellos se pertenecían mutuamente. No hacía falta dejar a sus parejas con tal de demostrarlo.

Sabían que podían ser atrapados, y eso los aferraba más. Ellos se amaban cada vez más; se amaban tanto. Y se amaban muchísimo más al recordar que lo que hacían estaba prohibido y era un pecado a los ojos de Dios y la población.

Mientras Rodrigo le hacía el amor, Iván le susurraba entre jadeos lo mucho que lo amaba. En medio de la pasión se besaban con todo y saliva, pero jamás se besaron de manera sucia o lujuriosa. Ahí no había nada de lujuria a decir verdad; ahí lo que había era amor puro, realmente puro. Había romance prohibido, había pasión, habían cosas hermosas ahí.

Al terminar de hacer el amor, nuevamente se besaban y se acurrucaban hasta recuperar energías y coraje para alejarse el uno del otro y volver a sus casas donde los esperaban probablemente de malhumor.

—Te amo mucho — le dijo suave al oído, y se acurrucaba en sus brazos.

—Yo también te amo, precioso — respondía Rodrigo, y lo abrazaba con fuerza, manteniendolo pegado a su cuerpo y acariciando su pelo alborotado.

Después de más besos y caricias, se vestían y se iba cada uno por su lado, esperando nuevamente que sea domingo para volver a verse y con más ganas demostrarse lo mucho que se adoraban, que se amaban, y que se deseaban. Ellos caían ante la tentación de entregarse a las ganas y al placer que le brindaba el otro.

Anhelaban que su amor prohibido durará para siempre.

•One Shots• {Spreen×Carrera}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora