Los Carrera

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Era una familia grande, demasiado. Todos eran tan cercanos y compartían la misma locura. Eran tan extrovertidos, tan habladores, tan numerosos, tan alegres, graciosos y amigables. Uff, y los hermanos Carrera... siete en total contando a Rodrigo; ellos eran tan divertidos y charlatanes. Lo aceptaron a los segundos de verlo junto a su hermano.

Todos comían y lo entrometian en todas las conversaciones variadas. Debido a que eran muchos en la mesa, cada quien tenía su conversación con otro integrante de la familia, o solo se dividían en pequeños grupitos y charlaban de todo un poco mientras cenaban. Iván tenía que estar atento a todas y cada una de las conversaciones porque no sabía en qué momento le preguntarían algo o tratarían de integrarlo. Muchos dirán que es imposible escuchar todo lo que hablaba esa loca familia, pero el pelinegro se esforzabá por atender a todas las conversaciones.

—¿Es verdad que mi primo la tiene grande? — preguntó Tomás, quien estaba junto al castaño.

—No lo incomodes, boludo — retó Rodrigo, sonriendole a su novio y tomando su mano debajo de la mesa.—¿Todo bien, amor? — se acercó rozando sus narices.

—Sí, sí. Todo bien — afirmó devolviéndole la sonrisa.

—Sos re puto, primo — interrumpió nuevamente Tomás.

Rodrigo se dió vuelta con una sonrisa burlona: —Mira quien habla.

Ambos rieron y Rodrigo le soltó la mano.

No es que Iván estuviera incómodo, pero en cierta parte quería volver a su casa de la mano de Rodrigo y acurrucarse en su pecho mientras recibía caricias en su habitación en silencio y tranquilidad.

Sirvieron frutillas con crema de postre, y todos ahora estaban más cansados y aparentemente en cualquier momento limpiarian la mesa y la cena terminaría por completo.

—Cuando termine todo, ¿podemos ir a mi casa, Rodri? — susurró acercandose al oído del mencionado.

—Ehh, yo pensé que querías quedarte en mi pieza por hoy — dijo en voz más alta el castaño.—¿O querés ir a...? — alargó lo último para que se entienda.

—No, no — negó tímidamente —Nos quedamos si querés.

—Si querés ir a tu casa vamos, no hay drama — besó la punta de su nariz —Podemos pasarla mejor allá que acá, ¿no?

—No lo decía por eso — desvío la mirada al tazón con pedacitos de frutilla y crema aún.

—Iván, mírame — enseguida el pelinegro levantó la mirada hacia él —¿Estás bien, bebé?

—Estoy joya — musitó, llevándose una frutilla a la boca y saboreando su delicioso sabor.

—Vamos a tu casa entonces — decretó.

—Vamos a quedarnos — decretó él también pero con menos autoridad que su novio.

Ambos se miraron.

—¿Van a quedarse? — nuevamente se entrometió Tomás.

Tomás le comenzaba a caer mal.

—Nos va-

—Nos quedamos, Rodrigo — interrumpió y ahora sí su tono era con mayor autoridad. Siempre aplicaba la misma entrategia; decir su nombre sin abreviarlo y sin ningún apodo cariñoso asustaba a Rodrigo, lo que hacía que obedezca instantáneamente.

—Nos quedamos — afirmó Rodrigo mirando a Tomás con una sonrisa algo forzada.

Tomás rió, apoyandó su cabeza en el hombro de su primo mientras carcajeaba exagerado.

•One Shots• {Spreen×Carrera}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora