Prólogo

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En otra vida fui un lobo. En esta soy un soldado.

En una maté personas inocentes, y en esta, me esfuerzo cada día por resarcirme.

Dicen que luego de tomar la cura, todo vuelve a ser como antes. Es mentira

No es sencillo empezar de nuevo, sobre todo después de haber sido controlado con un chip en el cerebro y ser obligado a convertirte en un animal.
Me gustaría recordar algún detalle de mi vida como lobo, para entender lo que me pasa, pero no, solo tengo pequeños flashes de mí matando gente, que me atormentan en mis pesadillas. Mis dientes desgarrando gente, y su sangre en mi hocico. Mis patas tocando el césped y la prisa de mi cuerpo, por correr y matar.

Los lobos habían dominado el mundo años atrás para mejorarlo. Porque los humanos éramos bestias que estaban matando esta tierra. Pero ¿Cómo se les llama a las personas que te obligan a ser un animal contra tu voluntad y matar para su conveniencia? Bestias, es decir poco.

Antes de todo esto había sido un joven en la universidad, hasta que las bombas cayeron y mi familia no resistió ni las primeras semanas. Al capturarnos fui el primero al que inyectaron, luego de eso todo son fragmentos de matanzas que me mantienen despierto cada noche.

Luego de la cura, no recordaba ni mi nombre. Algunas noches duermo en el piso y tengo la extraña afición de rascarme y mover la pierna. Sé que es estúpido, y el menor de mis problemas, pero todo cuenta, me dijo el psicólogo que nos pusieron aquí en la base naval.

Mi hogar adoptivo de ahora. No sé sabe nada de mi familia, probablemente están muertos, como muchas familias a manos de hombres como yo, que un día tuvieron la mala suerte de ser capturados y obligados a matar.

— Si de nuevo estás pensando en tu miserable vida, juro por Dios Jackson que voy a ponerte una bala en ese cereal

La cadete Gonzales nunca se caracterizó por su tacto con las personas. Es una mujer difícil, pero leal como nadie. Regreso la mirada al grupo de hombres y mujeres que me rodean. Todos aquí viven lo mismo que yo.

Pienso en algo ingenioso que decirle. Lo que sea, y nada viene a mi mente. Otro trastorno traumático por haber sido un lobo. Cuando estás sin hablar por casi tres años, las palabras no resultan fáciles. Su comentario se pierde en el viento, cómo su atención en mí.

Desvío la vista cuando veo al Coronel pasar por nuestro costado, quién pasa la mano por su placa casualmente. Sé lo que eso significa. Son los cinco minutos más eternos, mientras miro el reloj en cuenta regresiva. Al minuto cuatro, con cuarenta cinco, me levanto y lo sigo. Hay sudor frío corriendo por mi espalda, cuando el reloj de mi muñeca suena. Golpeo a mucha gente al pasar hasta su oficina y cuando lo hago cierro la puerta casi al segundo. El hombre me ve y ríe.

— Veo que cada vez dura menos — dice lanzando la inyección que atrapo al segundo. Cuando la clavo en mi carótida, por fin puedo respirar, calmando los temblores de mis manos — Es bueno que siempre tenga una reserva.

Bajo la mirada. No puedo matarlo, aunque mi lado animal lo reclama. Dejo la inyección sobre el escritorio y lo miro.

Este mundo había pasado de estar dominado por lobos, a estar dominado por gente con poder. El dinero ya no lo es todo. La cura es más poderosa.

La famosa cura que resolvería nuestros problemas no es más que un trozo de mierda que los gobiernos distribuyen como les place. Si eres lo suficientemente poderoso, tienes el privilegio de tener la original y curarte del todo. El resto de nosotros recibimos dosis mezcladas con agua, que solo nos convierten en humanos por 2 semanas. Luego de eso somos peor que yonquis buscando drogas.

Los que creyeron que todo acabaría luego de matar a los cabecillas de los lobos, en serio fueron imbéciles. Me reiría en sus caras si pudiera.

— Te tengo una misión — empieza el coronel

LobizonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora