Capítulo 17: Secretos

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"Recordad que el secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje"

Tucídides


Me toma algunas horas poner al día a Pablo y a Peter sobre la misión. Les cuento sobre el libro y la cura, sobre el gobierno y todo lo que hemos estado haciendo, solo omito la parte de Gia siendo una lobiza. Pablo no dice nada al respecto, cosa que aprecio. Solo le enseña una foto a Peter, quién llora un poco al ver a su sobrina, y bromea diciendo que felizmente se parece a mí. Su hermano lo golpea en el brazo y Esra ríe a su lado.

Es extraño cómo pese a que Peter no le contara nada sobre Esra, Pablo igual lo sabe, y lo acepta. Hay unas ligeras arruguitas en sus ojos, por estar sonriendo casi todas las cinco horas que llevamos volando. Verlo así llena un poco mi vacío corazón. No hablamos de nosotros, pero igual él no suelta mi mano, y yo tampoco la suya.

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Aterrizamos en Canadá, un lunes por la mañana, con el cielo despejado y azul. Es 10 de enero. Hoy se cumplen casi 7 meses desde que todo había cambiado para mí, desde aquel día en la India donde me había ido. Y, sin embargo, pese al tiempo pasado, sigo en la misma rutina de correr en círculos, sin pistas en concreto, sin ninguna parte del libro y sin Juan Carlos.

Al bajar del avión todos nos habíamos dispersado. Ryder y Peter habían ido por combustible. Andrea y Esra habían ido a conseguir suministros y a buscar algún teléfono para contactar a Sousa y Morales, quienes estaban en alguna parte de Viena. Mientras que Pablo, Liam y yo esperábamos en el bosque cerca a la avioneta.

— Esto me recuerda a los primeros años luego de la bomba — me dice Pablo sentándose en una roca frente a mí. Liam tose, no está cerca de nosotros, pero estoy segura de que está atento a todo — Claro, sin el invitado no deseado.

Sonrío a medias al ver a Liam poner sus dedos juntos en la cien y hacer un saludo cómo militar. Es un pesado, irónico, que molesta y no tiene filtros, y, sin embargo, en todo este tiempo le había agarrado cariño. Él entrecierra los ojos y sonríe. Pongo los ojos en blanco, sé que lee mi mente.

— Supongo que al ser un lobizón también pueden hablar por la mente — interviene Pablo captando mi atención. Asiento — Nunca me gustó quedarme afuera cuando tú y Juan Carlos hacían eso.

— Ay los celos, los celos — suspira Liam tranquilo, echándose en el césped, cómo si le hubiera contado sus pensamientos a un árbol.

— Sí, estaba celoso de eso — admite Pablo — Aún lo estoy

— Pablo — suspiro, estoy cansada de hablar de ello — No quiero discutir

— Bien, entonces mejor hablemos de que vamos a hacer — se cruza de brazos, marcando sus músculos que se dejan ver, pese a su camisa azul —  Hay que recuperar ese libro y destruirlo — lo dice con naturalidad, porque claro, él no sabe que tengo que morir para que eso pase — Y rescatar a tu hermano, para que vuelva con Camille y nosotros podamos volver con nuestra hija a casa.

Apenas Pablo dice, siento la molestia que me hace sentir el pensar en Juan Carlos y Camille. Quiero rescatarlo, pero no para que esté con ella. ¿Por qué? No lo sé, y no voy a pensar más en eso. O en la idea que tiene Pablo que todos vamos a volver, algo que no va a pasar. Liam voltea su cabeza alzando los ojos, evado su mirada.

— Es mejor que ideemos un plan que funcione — alza la voz Liam levantándose. El chico de los ojos verdes y polera ploma me ha salvado de responder. No le agradeceré por ello — Creo que debería hacerlo yo, porque a ti todo te sale mal

Su remate irónico, ahí estaba el típico Liam. Volteo los ojos, y me echo en el pasto a mirar el cielo azul. Liam camina, y pasa sobre mí saltando, para sentarse en la roca dónde estaba.

LobizonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora