Capítulo 6: Nuevo mundo

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"Y en la profunda oscuridad permanecí largo tiempo atónito, temeroso...soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido a soñar jamás"

Edgar Allan Poe

— ¿Qué sintió la primera vez que mató a alguien? — pregunta de repente Carson

La miro. Ha captado mi atención. Mi mente deja de viajar en mi odio a Lanzani y me enfoco en la española frente a mí.

A su lado, Sousa duerme, y en los asientos de atrás probablemente Alzamendi y Morales también lo hacen. Solo Ryder y Joaquín están despiertos piloteando la avioneta. Resultó que Joaquín si había conseguido un equipo de élite. Ryder no solo era un excelente francotirador, sino también un muy buen piloto.

— Creo que lo primero que sentí fue miedo — admito subiendo mis piernas al asiento. Me quito las ligas, y dejo mis cuchillos a mi lado derecho, en el asiento vacío — Antes de las bombas nunca había matado a nadie, y luego de eso tampoco lo hice hasta tiempo después.

— ¿Y por qué lo hizo? — ella no me está mirando, solo juega con los hilos de su chompa

— Un lobo, un cazador, estaba encima de Pablo, iba a matarlo — recuerdo cerrando los ojos un momento. Ese día Rafael nos había dado cuchillos a Val y a mí por precaución — Tenía el cuchillo en la mano y no dude, solo lo lance, y se clavó en la cabeza del cazador.

— Una excelente puntería

— Lo fue — sonrío a medias, recordando las miradas de todos. Rafael me había entrenado con cuchillos desde ese día, y Pablo me había dicho que me amaba esa misma noche.

— Entonces ¿Sintió miedo de fallar el tiro?

— No — susurro bajito abriendo los ojos — Sentí miedo de mí y de todo lo que sería capaz de hacer por la gente que amo.

Carson no dice nada por muchos minutos. Toda la avioneta se queda en silencio, haciendo resonar mis últimas palabras. Cómo si flotaran junto con el viento.

— Tenía dieciocho cuándo las bombas cayeron — murmura despacio, más para ella misma que para mí — Me había escapado de mi hogar en Bilbao para ir a una fiesta en la costa de San Sebastián. Mis padres me lo habían prohibido, pero era el cumpleaños de mi mejor amiga.

Tiene los ojos cerrados mientras me cuenta todo, y yo también los cierro, escuchando su voz, imaginándome todo.

— Ese día las bombas cayeron, todo retumbo, pero no morimos. Los papás de mi mejor amiga Vanessa tenían un sótano especial, para resistir cualquier eventualidad, hasta bombas — suspira — ¿Por qué ellos tenían eso?, no lo sé. Solo sé que ellos, Vanessa y yo permanecimos encerrados un año entero. Tenían camas, comida, baño, de todo.

Su voz se quiebra mientras más va hablando y quiero acercarme a ella para abrazarla, porque sé que le duele. Mi instinto materno lo desea, pero no soy de las personas que abrazan y sé que ella no agradecería mi lástima.

— Les rogué cada día que me dejaran salir, necesitaba saber de mis padres, pero no lo hicieron, ni cuando Ross, su esposa, murió ¿Sabes lo que es saber que en el congelador está el cadáver de una persona? No, claro que no — se responde sola y continua — El señor Zurita empezó a perder la cabeza. "La ciudad está cubierta de agua, no podemos salir", repetía.

El sonido de su voz va creciendo, y es posible que no soy la única que ahora escucha su historia.

— Una noche cuando anunciaron por la radio clandestina que ya no había más agua. Que llamaban a los sobrevivientes a escapar a un lugar seguro, le volvía a rogar al padre de mi amiga — bufa escupiendo cada palabra — Se negó, para ese punto ya había perdido la cabeza, y Vanessa estaba muy débil, por eso cuando más tarde ese día su padre quiso meterse a mi cama lo mate.

LobizonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora