Capítulo 8: Santa Cura (Joaquín)

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"El amor es irracional, cuándo más quieres a alguien, menos lógica tiene todo"

Desconocido

Llego años enamorado de ella. Cómo no hacerlo, es una mujer maravillosa. Han pasado dos años desde la última vez que la vi, y pese a haber tenido otras parejas en esos dos años, solo me bastó con verla para saber que aún la amaba. Lo hago, sigo enamorado como un chiquillo de Liz.

Lo estuve desde que me fui a Canadá, hasta el día que la encontré en esa cabaña durante la invasión, y la besé. No la culpo por haberme golpeado. Es raro decir que la mujer que me encontré me encantó aún más. Liz dejó de ser la niña insegura que me cuidaba y se había convertido en una mujer fuerte, con carácter.

Yo había perdido mi oportunidad, porque cuando estuvo conmigo fui la peor basura del mundo, un pasado que quisiera borrar, y no puedo. Su odio me devastó por años, y cuando dejó de odiarme, su corazón ya le pertenecía a alguien más. Pablo Galerrosa, el hombre que la amaba con la fiereza que yo no pude, pero él no está aquí ahora, y yo sí.

Luego de que me contó sobre su misión, hubiera aceptado sin dudar seguirla hasta el fin del mundo y dar mi vida por ella, pero ahora también era un general. Había ganado ese puesto con sudor y mucha sangre. Por eso tuve que retarla, amo hacerlo. La fiereza en como ella responde hace que frunza el ceño ligeramente y me vuelve loco. Ella lo hace y no solo conmigo.

Por eso hacer que mi equipo la siguiera fue sencillo. Cómo a mí, ella también los hechizó, con su manera de pelear y su carácter. Todos sabíamos qué si alguien podía sacarnos de esta realidad, era ella.

Liz, la pequeña mujer de veintiocho años y 1.65 de altura que podía matar lobos con sus piernas. La cazadora. Era la clase de mujer que solo ama una vez en su vida, y cuando lo hace eso es todo. Lastimosamente, yo no era ese hombre. Sin embargo, luego de la droga de ese café, habíamos estado juntos, y disfrute cada segundo, y aún seguía haciéndolo. Para ella, yo era solo sexo, una distracción, lo sabía y me bastaba con eso, por ahora.

Soy un hombre, nadie podría juzgarme por tener el privilegio de verla desnuda, porque no voy a negar que me encanta su cuerpo con curvas, y su precioso trasero. Yo no fui amigo de Pablo y no iba a empezar ahora. Porque la Liz que él conoció ya no existía, igual que su cabello largo y sus ondas ya no estaban, pero ella ahora tenía dureza en su rostro, algo que iba bien con su cabello corto.

— Joaquín — ella chasquea sus dedos frente a mí — ¿Escuchaste lo que te dije?

Asiento observándola. Tiene un top verde como mi uniforme y una especie de pantalón pegado que me distraen, pero me enfoco en la misión, no en la forma de su boca regañándome.

— En serio aprecio que estés haciendo esto por mí, no podría confiar en nadie más para este trabajo

— Agradezco tu confianza —digo bajando la mirada — Y lo apreciaría más si llevas a Ryder contigo

Escucho su suspiro de frustración y levanto la mirada. No puedo permitir que ella se vaya sola con ese maldito imbécil. No confió en él, y no soy el único. Mi equipo desconfiaba también, luego de que quedaron atrapados en ese truco de magia, lo odiaban. Por eso y muchas otras razones, no puedo permitir que ella se vaya sola a otra ciudad con él.

— Sabes que no necesito niñera, sé defenderme bastante bien sola — pone los ojos en blanco. Lizabeth y toda su terquedad.

— Ya lo sé, pateas traseros con ese bastón y cuchillos, pero solo por esta vez, por favor, hazlo, por mi paz mental — imploro acercándome a ella, ella gruñe, pero asiente luego de unos segundos — Gracias nena.

LobizonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora