"No permitas que tus heridas te transformen en alguien que no eres"
Paulo Coelho
Los gritos de Tamara debieron escucharse por todo pangea. Igual que los míos.
Izzie había venido hasta aquí en alma para salvarme, y lo había logrado. Porque no hay una bala en mi pierna. A mí no me está matando el oro de esa bala. Es ella quién está sufriendo ahora.
No puedo salvarla, no puedo hacer nada en esta maldita celda. Estoy cansado. Me levanto y golpeo los barrotes, causando que Cartolli se empeñe en apretar el botón, haciendo que me pase electricidad por el collar, y aunque la siento en mi cuerpo, no me importa. Golpeo sin parar, él aprieta el botón de la misma forma.
El collar se quema y cae al piso, pero yo no paro de golpear. Sé que puedo romperlas, debo hacerlo, ella me necesita. No puedo perderla, no podría vivir sin ella.
— Deja de hacer eso Juan Carlos o te juro por mi padre que voy a ir hasta dónde está tu amada y le meteré una bala en la cabeza — me amenaza Tamara y gruño — Ella debe estar en Francia también, y cerca, así que no me obligues a matarla.
Me detengo. Ella está cerca, lo sé. No solo porque poseyó mi cuerpo, sino porque la siento, la siento cerca aquí en Villeurbanne.
Retrocedo, y Tamara sonríe. No me sirve para nada si la amenazo o la mato, mucho menos pelear con ella. No con todo su ejército a tan solo una llamada. Enfrentarla, solo haría que ella mate a Izabela, o a Gia. No puedo permitirlo. Me siento en le piso.
— Bien, ahora te daré unas horas para que pienses bien lo que me dirás sobre el fragmento, o voy a traer a Kevin y sabes que no es lo que quiero — sonríe.
Claro que quiere traer al hijo de puta con el que sale ahora, y quién usa látigos de oro y anillos para golpearme. Ella ama torturar. La vieja y noble novia de Rafael, se perdió, y frente a mí está la líder de los lobos, una asesina. Nosotros la habíamos convertido en esto, al matar a su padre.
Sale y apaga las luces. Yo me echo sobre el piso. Ya no tengo las cadenas atadas a mi cuerpo, pero la sensación y las marcas no se han ido. Ella se aseguró que tuviera cicatrices, que no se irán jamás. No me voy a quejar de ello, mejor tenerlas yo, que ella.
Cierro los ojos y me concentro en su recuerdo. Por qué es lo único que tengo, recuerdos.
+
— Bonjour. Pouvez-vous m'apporter une tasse de café? — repito por tercera vez
— Sé cómo pedir un café, pero el acento se me complica — bufa Iza cruzándose de brazos y frunciendo el ceño. Sonrío porque su expresión es graciosa — ¡No te burles, lo intento!
— No lo hago — rio viendo cómo me golpea con sus pequeñas manos.
— Eres incorregible Echevarría
Se levanta de la cama renegando y caminando hacia el balcón. Llevábamos horas practicando, y su acento no mejora. Me levanto y la sigo, pasando por la cuna de Gia, quien hasta en sueños tiene una sonrisa hermosa. Acaricio su cabello que ya tiene unos cuantos rulos, antes de ir con su madre.
— Eres muy impaciente Izzie, ese es el problema — murmuro colocando mi mano en su hombro atrayéndola a mí. Ella pone su cabeza en mi hombro y suspira frustrada — Solo debes relajarte, eres francesa, el acento está ahí, en tu subconsciente, en algún lado.
— Odio esperar — bosteza — y más ahora, que no he dormido en 24 horas
— Puedes dormir y yo me quedo con Gia — beso su cabeza — Mi ahijada ama estar conmigo, así que no va a notar la diferencia.
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Lobizon
Ficção CientíficaSegundo libro de la trilogía Sangre de lobo "Todo ha comenzado de nuevo y ahora es su turno" La perdida de Juanca ha dejado a Liz con el corazón lleno de resentimiento y el alma dividida en dos. Esta vez ella deberá emprender la misión más difícil d...