"Amar es perder el control, es perder la noción del tiempo, es vivir hasta el último minuto, así solo queden segundos"
Y.S
La historia de Alexandra, comandante de los cazadores, no acabó bien. Ella había logrado salvar a los lobizones y humanos de los lobos, por años se mantuvo la paz por su batalla, pero la historia solo la recordaría cómo la mujer que perdió el control en la batalla de fuego.No hubo agradecimiento para ella, igual que no hay uno para mí.
Siento los brazos de Pablo levantarme, ponerme su casaca y sacarme de la plaza, mientras todo se quema, y la policía nos persigue. No hay ramas de olivo, ni aplausos, solo llanto y dolor. No pierdo el conocimiento, me mantengo con los ojos abiertos, mientras me sacan de la ciudad.
Escucho que todos hablan, me hablan, pero no me muevo. Mi cerebro y mi cuerpo no están en sintonía. Solo observo todo, sin hablar. Veo cómo me suben a una camioneta y me llevan lejos, hasta salir de la ciudad. Los observo llevarme a las afueras de Toledo, hasta una casa que perteneció a la familia de Andrea.
Todos estamos cubiertos de sangre y hollín de los pies a la cabeza, pero a nadie parece importarle eso. Al entrar a la sala, Ryder ayuda a Andrea y empieza a curarla. Liam se acerca a ellos con un botiquín, parece ileso. Los veo mientras mi cuerpo se aleja, porque Pablo aún me tiene cargada en sus brazos, y me sube por las escaleras. Me sostiene hasta depositarme en la cama, y al hacerlo yo me encojo en ella.
Tengo la ropa chamuscada, tanto que, si no fuera por su casaca, es posible que se me viera partes del cuerpo. Todo eso no me importa ahora.
Él me observa de pie frente a la cama y yo lo miro acostada, lo hago por lo que parecen horas. Pablo, mi Pablo está aquí frente a mí. Se ve más delgado, su barba ha crecido mucho, pero sigue siendo el sexy, hermoso y deslumbrante hombre que conocí, y al mismo tiempo sus preciosos ojos negros no están brillando cómo siempre lo hacían cuando me miraban, ahora en ellos solo hay preocupación, y algo más.
Ansiedad, miedo, anhelo, los veo y los siento rebotando en toda la habitación, sus sentimientos son tan grandes que ocupan todo, y me hacen sentir pequeña.
Suspiro. El cuerpo me pesa, estoy tan cansada, y adolorida, que no puedo pensar con claridad, o esa es la excusa que mi corazón le pone a mi cerebro para justificar que me arrime en la cama y le deje espacio, cómo siempre hacía para que se eche a mi lado. Él no duda y se echa en la cama casi a los segundos. Ambos de costado nos miramos por un segundo, antes que baje la cabeza y me apoye en su pecho.
Siento sus brazos alrededor mío y me pierdo en ellos. En su olor a madera y menta, en su olor a casa. Boto el aire que llevo conteniendo por más de seis meses y no lo suelto, no lo hago ni cuando cierro mis ojos y me pierdo en el cansancio.
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Pego mis brazos a su pecho, es genial tener una noche sin sus pesadillas. Me acurruco, lo hago inconsciente, sin abrir los ojos, aspirando su olor. ¿Madera? ¿Menta? Abro los ojos y quito mis brazos. Frente a mí está Pablo durmiendo sobre la cama, con su sonrisa de medio lado torcida.
Me levanto de la cama dándole la espalda, por unos segundos había pensado era Joaquín, pero no. Él no está más, nunca más. Me quito la casaca de mis hombros y me deshago de la ropa quemada, el solo oler el humo me revuelve el estómago, porque me hace pensar en la maldita bomba y el fuego.
Veo que en una de las esquinas hay una puerta entreabierta, un baño. Entro y tomo mi vieja mochila. Me quedo en la ducha muchos minutos intentando quitar el maldito olor, pero no se va. Finalmente, me rindo y me pongo unos jeans y una polera, antes de volver a la habitación y vaciar mi mochila sobre la mesa. Busco mi perfume de limón y lo echo frotándolo contra mis manos, mis brazos, pero el olor no se va. Es cómo si el olor a quemado me persiguiera.
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Lobizon
Science FictionSegundo libro de la trilogía Sangre de lobo "Todo ha comenzado de nuevo y ahora es su turno" La perdida de Juanca ha dejado a Liz con el corazón lleno de resentimiento y el alma dividida en dos. Esta vez ella deberá emprender la misión más difícil d...