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Al rededor de las dos de la mañana, Ryusei y Chifuyu salieron de la habitación y se encontraron con Takemichi en el atrio. Tuvieron varios inconvenientes con el sacerdote de guardia para llegar ahí, pero nada importante. Ahora debían esperar ahí hasta las dos y media.
Ryusei pudo percatarse del ceño fruncido de Chifuyu, su mirada parecía preocupada, nerviosa, e incluso algo asustada. Se acercó unos pasos hacia él, tomó su mano en un roce suave que le hizo estremecerse, entonces dirigiendo su mirada verdosa hacia él.
—Todo estará bien —le sonrió levemente, Chifuyu suspiró bajito al escucharle, estaba bastante nervioso, ¿y quién no?, ahora iría a un mundo donde no conocía nada.
—Tengo miedo —aceptó en un murmuro, no apartando la mirada de los ojos oscuros que le veían con dulzura.
—No pasará nada malo, yo estoy contigo. ¿De acuerdo? —se acercó, dejando un beso en su frente, Chifuyu logró sentirse un poco más relajado, luego recostando su cabeza en el hombro del chico.
Por otro lado estaba Takemichi, les miró por unos segundos y sonrió antes de apartar la mirada, un poco alejado de ellos. Podía ver a través de la ventana las hojas de los árboles moverse con la brisa fría de la noche. Estaba todo extrañamente tranquilo para él, no estaba nervioso como Chifuyu, tal vez era porque a diferencia de él no le temía ni sabía de la personificación de los ángeles, o tal vez solo porque confiaba demasiado en Manjiro.
A la hora indicada todos salieron en silencio, rodearon el atrio desde fuera y siguieron un pequeño sendero en el césped, incluso Chifuyu se sorprendió de que hubiese sido tan fácil llegar a la reja de hierro que daba a la parte exterior del convento. Allí pudieron ver un auto negro, con cristales polarizados impidiendo ver el interior. La puerta se abrió y salió aquel chico de cabellos negros, Takemichi no dudó en pasar el límite del convento y correr a sus brazos. Manjiro ni siquiera se había volteado, por lo que le tomó por sorpresa, aún así le aceptó gustosamente, dejando salir una leve carcajada de sus labios.
—¿Estás bien? —le miró suavemente, Takemichi asintió repetidas veces, en su expresión reflejándose lo alegre que se sentía por estar con él otra vez.
—Chifuyu... —escucharon a Ryusei hablar, ambos se voltearon hacia él, este ya había cruzado la reja, que extrañamente en un inicio no estuvo cerrada. Observaba al ojiverde, quien parecía no querer caminar, más bien, no podía, su rostro parecía asustado como antes, y a pesar de sostener la mano de Ryusei, solo observaba sus pies sin moverse, y aún así le era demasiado difícil—. Hey, todo está bien —intentó calmarle nuevamente, el rubio le observó, su expresión temblando.