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A Draken le sorprendió el llamado de Hina con urgencia, preocupándose tanto que incluso tuvo que cancelar sus planes de ver a Mikey y pedirle consejo. Sí, la Templanza iba a pedir consejo al ser más egoísta que podía existir sobre la fas de la tierra. Se encontró caminando sobre la azotea de un enorme edificio no muy alejado del centro de la ciudad, pero lo suficiente como para no tener que encontrarse con alguno de sus hermanos perdidos en la oscuridad de su castigo.
Le vió en el borde, balanceando sus delgadas piernas sobre el vacío, sus cabellos sedosos moviéndose bruscamente gracias al fuerte viento nocturno. Se posicionó a su lado en silencio, observando junto a ella hacia las siguientes luces de edificaciones próximas.
-¿A qué se debe tu llamada, Hinata?
Uy, el nombre pronunciado en su totalidad le hizo reír levemente, sabiendo que tal vez le había molestado.
-¿Tenías algo importante que hacer?
-La verdad, sí.
-Lo siento entonces -suspiró, sin borrar aquella pequeña sonrisa que parecía nostálgica, arrepentida, tal vez triste.
-No importa, si tienes algún problema, quiero ayudarte -suavizó el tono de su voz al decir, sentándose junto a ella tras unos segundos más que se mantuvieron en silencio.
-Gracias de antemano -sonrió-. Me enamoré.
Vale, eso sí le dejó blanco, pálido, de cabeza por así decir.
-¿Qué? -fue lo único que pudo articular, mirándole con la expresión temblorosa.
-Lo siento...
-¡¿Que tú qué?! -le tomó de los hombros, ella se sobresaltó de inmediato, viendo con la respiración agitada a su contrario, sintiéndose tan pequeña bajo su mirada oscura. Al verla en ese estado, Draken suspiró, dejando de agarrar sus hombros con lentitud-. Disculpa... -murmuró, alejándose unos pasos. Ella negó con la cabeza.
-No importa, sé que es de alterarse demasiado...
-Nunca creí que podrías enamorarte -pronunció con incredulidad, observando hacia sus propios pies.
-La castidad no es que no permita enamorarse, Draken. El problema es que enamorarse va directamente enlazado con la lujuria, es inevitable. Puede que para los humanos no, algunos pueden ser tan castos como para no tener ningún pensamiento impuro, pero para alguien como yo, pecar en lujuria es demasiado fácil.