''Sándwich de pollo y un refresco de Coca-Cola''

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Cierro la puerta con cuidado, el nudo en la garganta sigue presente. Miro a Jasson por el rabillo del ojo, no quiero hablar con él. No hasta que me sienta perfecta para él, no hasta ser delgada. Linda. Atractiva. De repente, miré mi estómago y lo vi, tan grande, que me causo repulsión. Así que, recordé, empecé a dejar de comer de poco a poco. Cuando me obligaban a comer las situaciones, me iba detrás, donde nadie pudiera encontrarme, y vomitaba. Sentía vergüenza de mi misma. Después pensé que era más fácil dejar de comer, que comer y vomitar.

Todo empezó con un simple comentario, luego fue sin desayuno, seguidamente sin cena, finalmente sin almuerzo. Y luego, esto, las arcadas. La realidad es que muchas veces todo lo anterior es una máscara que he venido utilizando para no mostrar mis debilidades, mis miedos, mis monstruos personales. Comida. Esto, lo que vivo... No se escoge, no se elige. Llega sin aviso previo a la vida de aquellos que nos sentimos desesperados, que no encontramos sentido a la vida y son la manera que muchos encontramos más "fácil" y "segura" para lidiar con los problemas del diario vivir que han tenido su origen en un trauma difícil y algunas veces imposible de identificar, por ende de tratar. Mi problema: aceptación. La abstinencia a la comida y la búsqueda incansable de la pérdida de peso, ya es una rutina. Nunca el número de la balanza será lo suficientemente bueno para mí, seré así para siempre. Gorda. ¿Para qué tomarme las molestias? Camino hacia Jasson, él vacila pero me espera. Entonces me detengo, Samantha Lesgins. Ella es mi piedra, no Jasson.


Mira –Habló Jasson– No, la verdad es que no sé qué cojones decirte, Amy.


Miré mis pies, pensé que esto era fácil para él.


–Asentí– Digamos que... no ha pasado nada... ¿Vale?


No vale –Dijo negando– Ha pasado algo, entre nosotros... Yo... –Llevó ambas manos a su pelo– Carajo.


–Reí– Jasson... –Caminé hacia él y sostuve sus hombros– No ha pasado nada, olvídalo. Fue un... Un arrancón de adolescente. Normal.


Vi un montón de sentimientos a través de esos ojos verdosos, con café al centro, que tanto amaba ver. La confusión rodeaba esa pupila atrapante.


–Asintió y luego sonrió– A veces eres difícil de manejar... y otras veces, eres genial. ¿Alguna explicación?


Soy mujer –Fruncí mis hombros–


Sonrió de lado.


Caminamos hasta la escuela, mi estómago gruñó. Sin café, no hay nada que lo controle. Gracias, Jasson. Tú sí que eres responsable, pensé. Toqué mi estómago varias veces, inhalé buenas bocanadas de aire pero seguía ahí. Gruñendo, pidiendo, descontrolándome. Miré alrededor mío.


¿Tienes hambre? –Fue más un susurro que una pregunta–


Asentí.


¿Quieres comer... o? –


Asentí, de nuevo.


Nos dirigimos a una mini-tienda deambulante, Jasson pidió un sándwich de pollo y un refresco de Coca-Cola. Pagó su comida y me llevó con él. Fruncí el ceño y miré a la mujer que atendía, ¿no iba a comer yo? Sonreí porque pensé que al fin me dejaría en paz con esto, me sentí mal porque pensé que ya dejó de preocuparse por mí. Nos dirigimos a la entrada de la escuela, caminamos entre varios alumnos al salón de computación, el único lugar donde nadie iba porque no había internet. Irónico. Por primera vez, sentí que ya no me carcomían con la mirada mientras caminaban, por primera vez sentí que no me juzgaban. Sentí que nadie miraba mi cuerpo.

Anorexic LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora