Capitulo 5: Verdades

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Mis piernas pierden fuerza, el sobre y las fotos caen sobre mis pies. Joe es el primero en acercarse, seguido del investigador. Me sostienen y me tienden en el sofá. No logro pensar con claridad, todo en mi pecho arde.

―Yo..., yo...

¿Qué significa esto? ―expresa Joe cuando me suelta y en sus manos sostiene las fotografías.

Son de hoy ―explica―. A tempranas horas de la mañana vi salir de la propiedad privada "donde sospecho vive Caruso" el mismo vehículo que se llevó a la señorita Braun anoche. Lo seguí hasta la plaza Santa Croce, y allí pude captar a la señorita Braun junto a un chico y una bebé.

¡Maldición! Es el mismo imbécil que andaba con Franco anoche.

Otro golpe... Me levanto como puedo, aparto mis lágrimas, con rabia le arrebato la imagen a Joe y verifico que mis ojos aun húmedos corroboren las palabras de mi amigo. Si ¡Mierda! Si es ese infeliz.

―¿Pero cómo es posible? ¿Esa niña es su hija, ese hombre...? ―comienza Joe.

―No... ―lo interrumpo. Mi cabeza duele, está a punto de explotar―, no digas eso... mi Brittany no pudo, no pudo haber hecho algo así, ella...

Mi cabeza ¡Joder, mi cabeza duele! ¡Duele mucho! Parpadeo simultaneas veces buscando un poco de claridad, me resulta todo un desafío divisar con precisión mi alrededor cuando las lágrimas empañan mi vista. Dentro de mí se quebranta algo, ¿mi corazón? No lo sé. No quiero ni pensar en esa probabilidad, Brittany sigue siendo una niña, apenas tienes diecinueve años de edad es imposible que haya decidido ser madre tan pronto. Ella no pudo olvidarme tan rápido, ¿verdad?

Con mis manos rasguño las hebras de mi cabello, suplico en mis pensamientos que todo se trate de una mentira, que sea un engaño, que no sea hija de mi Britt, que ese imbécil no sea su actual pareja.

¿Crees que sea su hija? ―le pregunto a Francesco en un susurro casi inaudible.

Señor, lamento decirlo pero Richard me comunicó cuando venía en camino, que la señorita Braun efectivamente es la madre de esa criatura ―allí, justo en este instante mi corazón colisiona, cada parte de mi es desgarrada por el dolor tan fuerte y voraz que me atraviesa―. Según lo que me dijo la señorita Braun no tuvo a esa bebé aquí en Florencia, ella dio a luz en el Grande Ospedale Metropolitano Niguarda, en Milán.

El piso se mueve, retrocedo con él. La poca esperanza que llevaba conmigo se desvanece, al contrario me abraza la desconfianza y la rabia. Todas, absolutamente todas mis pesadillas han cobrado vida y me acorralan en una prisión de tristeza y decepción. Es mi culpa, es mi maldita culpa―me digo a mí mismo y con las lágrimas inundando todo mi rostro.

Sigo escuchando voces de lo que parece ser una discusión, no consigo distinguir nada, lo único que se repite en mi mente una y otra vez son esas palabras: efectivamente es la madre de esa criatura, efectivamente es la madre de esa criatura, efectivamente es la madre de esa criatura―La habitación da vueltas, el piso da vueltas.

Comienzo a caminar fuera de la habitación, escucho los llamados de Joe ¿Cómo espera que le haga caso en un momento así? ¿Acaso no lo sabe, no se da cuenta? Acabo de perder a mi pequeña de cristal, mi pequeña tímida e insaciable. Algo me decía que debía de dejarla ir, debí hacerle caso a esa voz en mi cabeza que constantemente me gritaba que la dejara. Contrario a eso no le hice caso, y ahora estoy aquí siendo consumido por el ardor de tener que verla en brazos de otro, con una bebe que ahora es su familia ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que ser así? Ella era mía, era solamente mía. Me lo dijeron sus besos, sus caricias, cada rincón de su cuerpo me lo confirmó una y otra vez mientras estuvimos en Londres, en Miami.

Calm (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora