Durazno.

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VII

Desperté en un dormitorio casi completamente ordenado. Todas mis ropas se encontraban ya sea colgadas en el armario o dobladas y guardadas en los cajones de la cómoda. Con Malik logramos desempacar cada caja e incluso limpiar la mayor parte de nuestro desorden, excepto por los restos de viruta de embalaje y las cajas vacías que desarmamos y apilamos en la puerta principal.

Usando una sudadera gris y pantalón de jersey, me coloqué una bata blanca y luego abrí la puerta de mi dormitorio, que daba a la cocina y el comedor. Era un gran salón, separado solo por el mostrador de la cocina que podría funcionar como una isla o una barra de desayuno.

Mi apartamento era pequeño, pero no necesitaba mucho espacio. La idea de tener todo el espacio para mí me hacía querer inhalar profundamente y realizar giros alrededor como Maria en The Sound of Music, hasta que recordé no me encontraba solo.

Malik se hallaba tumbado en mi sofá, todavía dormido. Tomamos dos botellas y media de vino antes de que se desmayara. Uno de sus brazos cubría su cara, tapando sus ojos. Tenía un pie apoyado en el suelo, probablemente para que la habitación dejara de girar. Sonreí. Incluso borracho, mantuvo su promesa de no intentar coquetear conmigo, y se ganó una cantidad infinita de respeto para el momento en que lo dejé en el sofá para ir a mi habitación.

Rebuscando a través de mis gabinetes patéticamente surtidos, traté encontrar algo para comer que no empeorara mi resaca. Justo cuando me estiré para tomar la caja de galletas saladas, alguien llamó a la puerta.

Me arrastré de nuevo en mis pantuflas de color rosa y blanco, un regalo de mi madre en la Navidad pasada. Maldita sea, pensé. Tengo que llamarla hoy.

Desbloqueando la cadena y el cerrojo, giré la perilla y me asomé por la rendija de la puerta.

—Harry —dije, sorprendido.

—Hola. Lo siento por dejarte plantado ayer por la noche.

—No me dejaste plantado.

—¿Acabas de despertar? —dijo, sus ojos arrastrándose sobre mi bata. Ajusté el cinturón. —Sí. Estuve despierto hasta tarde desempacando.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó.

—No, ya está todo terminado.

Sus ojos se movieron alrededor, sus sentidos de investigador resurgiendo. Innalo profundamente haciendo una mueca. He visto esa expresión tantas veces antes.

—¿Terminaste de desembalar todo solo?

Mi vacilación en respuesta lo llevó a lazar su mano hacia la puerta y lentamente empujar para abrirla.

Su ira fue instantánea. —¿Qué diablos está haciendo aquí?

Volví la puerta a su posición anterior. —Está durmiendo en el sofá, Harry. Jesús, haz los cálculos.

Se inclinó y susurró—: He estado en ese sofá, también.

—Oh, púdrete —le dije.

Empujé la puerta para cerrarla, pero Harry la mantuvo abierta.

—Te dije que si te molestaba me lo hicieras saber.

Me crucé de brazos. —No me molestó. Pasamos una buena noche.

Sus ojos parpadearon y sus cejas se fruncieron. Dio un paso hacia mí y mantuvo su voz baja mientras decía—: Si estás preocupado acerca de cómo te ven, no deberías dejar que Malik pase la noche.

—¿Necesitas algo? —pregunté.

—¿Qué te dijo? ¿Examinó el caso?

—¿Por qué?

Hermosa Redención (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora