Kiwi.

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II

Emborracharme por el remordimiento del alejarme de Nick la noche antes de mi primer día en la sucursal de San Diego, resultó no ser la cosa más inteligente que haya hecho.

Llegué solo con mi chaleco, y me fueron dados un arma, credenciales y un teléfono una vez que me registré. Asignado al Escuadrón Cinco, encontré el único escritorio vacío, desocupado por el último agente, quien no encajó con el infame Asistente del Agente Especial a Cargo, a quien nos referíamos como el AAEC. Escuché de él en Chicago, pero se necesitaría más que un mal carácter para espantarme de la oportunidad de un ascenso.

Sólo unas pocas secciones de la superficie del escritorio no tenían una ligera capa de polvo, probablemente de donde estuvieron colocadas la computadora y pertenencias de él o ella. El estuche de mis audífonos se encontraba al lado de mi laptop, y la falta de portarretratos o diversas decoraciones, parecía patética comparada con los otros escritorios en la sala del escuadrón.

-Eso es patético -dijo una voz detrás de mi, haciendo que me preguntara si vocalicé mis pensamientos.

Un omega joven pero ligeramente intimidante se encontraba de pie con los brazos cruzados y apoyado en el borde de la pared cubierta de tela de cuatro por cinco que separaba mi cubículo del pasillo principal, el cual era usado para llegar de un extremo de la sala del escuadrón hacia el otro. Su brillante cabello castaño, de otra forma común y corriente, se hallaba colocado hacia un lado creando un tupé perfecto.

-No puedo estar en desacuerdo -le dije, limpiando el polvo con una servilleta de papel.

Ya había colocado mi chaleco en mi casillero. Era la única cosa que traje de la sucursal de Chicago. Me mudé a San Diego para comenzar de nuevo, así que no tenía mucho sentido exhibir mi antigua vida.

-No me refería al polvo -dijo, observándome con sus caídos ojos azulados. Sus mejillas eran un poco regordetas, pero eso sólo delataba su juventud. Desde luego, estaba en forma en cualquier otra parte.

-Lo sé.

-Soy Niall Horan. No me llames Agente Horan, o no podremos ser amigos.

-Entonces, ¿te llamo Ni?

Hizo una mueca. -¿Cómo más me llamarías?

-Agente Horan -dijo un hombre alto mientras pasaba. Sonrió con suficiencia como si supiera lo que seguiría.

-Vete a la mierda -dijo el, sacando una carpeta de las manos de él. Lo miró y luego me miró de nuevo-. ¿Eres el analista de inteligencia? ¿Luis Tomlinson?

-Louis -le dije, estremeciéndome. Nunca me acostumbré a corregir a las personas.

-Louis. Lo siento. Escuché que llegaste por la vía rápida. -Su voz se mezclaba con sarcasmo-. Lo llamo pura mierda, pero no es realmente de mi incumbencia.

Tenía razón. Ser un agente federal omega quien se especializaba en idiomas hizo todo menos extender la alfombra roja para mi traslado, pero fui instruido para no mencionar mi especialización a nadie, a menos que tuviera la aprobación de mi supervisor.

Miré hacia la oficina del supervisor. Se encontraba incluso más desocupado que mi escritorio. Conseguir cualquier aprobación de una oficina vacía resultaría ser difícil.

-Tienes razón -dije, sin querer entrar en especificaciones.

Fue pura suerte que el Escuadrón Cinco necesitara un experto en idiomas en el momento que decidí dejar Chicago. La acentuada discreción significaba que era probable que hubiera un problema dentro de la Oficina, pero asumir no ayudaría a lograr un traslado, así que llené mi papeleo y empaqué mis maletas.

Hermosa Redención (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora