Hermosa Redención (L.S)

Piña.

IX

—Así que —dijo Niall, mientras masticaba, limpiando la mezcla de mayonesa y mostaza de la esquina de su boca—, tienes una cita con Styles en tres semanas. ¿Eso es lo que estás diciéndome?

Fruncí del ceño. —No. Eso fue lo que sacaste de mí.

Sonrió, frunciendo los labios para evitar que el gran mordisco de su sándwich de bacon, lechuga y tomate, saliera a borbotones de su boca.

Descansé mi mentón en mi puño, haciendo un puchero. —¿Por qué no puedes olvidarlo, Niall? Necesito que él confíe en mí.

Tragó. —¿Cuántas veces te lo he dicho? No hay secretos en la Oficina. Styles debió haber asumido que tarde o temprano lo descubriría. Él es sumamente consciente de mis talentos.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Detente con los celos, O.J. Me refiero a que ese Styles sabe que somos amigos, y sabe que puedo oler cualquier secreto mejor que un perro de caza.

—¿Un perro de caza? ¿Quién eres en este momento?

—Mis abuelos viven en Oklahoma. Solía visitarlos cada verano —dijo con desdén—. Escucha, estás haciendo un trabajo excelente como supervisor. El Agente Especial a Cargo claramente tiene puesto el ojo en ti. Vas a estar en Quantico antes de que puedas decir romance de oficina.

Casi me ahogué con mi fritura. —Niall, vas a matarme.

—Él no puede dejar de mirarte.

Negué. —Detente.

Me dió con una mirada conocedora. —Sonríe algunas veces cuando pasas a su lado. No lo sé. Es algo lindo. Nunca lo he visto así.

—Cierra la boca.

—Entonces, ¿qué hay con la boda de Adrian?

Me encogí de hombros. —Vamos a pasar la noche en Illinois, y luego iremos a St. Thomas.

La sonrisa de Niall era contagiosa.

Dejé escapar una carcajada. —¿Qué? ¡Olvídalo, Niall! Es trabajo.

Me arrojó una papa frita, y luego me permitió terminar mi almuerzo en paz. Dejamos Fuzzy's para regresar a la oficina.

Cuando pasamos por la oficina de Calder, saludó con la mano a Niall. —¡Oye! Encuéntrame en wish esta noche —dijo.

—¿Esta noche? —Sacudió la cabeza—. No, tengo que comprar comestibles.

—¿Comestibles? —dijo, haciendo una mueca—. Tú no cocinas.

—Pan. Sal. Mostaza. No tengo nada —dijo el.

—Ven después. Styles va a venir. —Sus ojos flotaron hacia mí por solo una fracción de segundo, el tiempo suficiente para hacer que mis mejillas se sonrojaran.

Me retiré a mi oficina, sin querer parecer emocionado por escuchar los planes de Harry. Justo cuando me senté en mi trono y encendí mi computadora, Malik llamó a la puerta parcialmente abierta.

—¿Mal momento? —preguntó.

—Sí —dije, moviendo el ratón. Cliqueé en el icono para mi correo y fruncí el ceño mientras leía las numerosas líneas de asunto—. ¿Cómo demonio sucedió esto? Me voy por una hora, y tengo treinta y dos mensajes nuevos.

Malik metió las manos en sus bolsillos y se inclinó contra el marco de la puerta. —Estamos necesitados. Hay un correo mío.

—Genial.