Tamarindo.

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XVII

Los ojos de Harry se abrieron de repente y me miró directamente. Soltó a Carolina, y sin decirle adiós o darle una segunda mirada, pasó por su lado, recogiendo una botella de agua en su camino hacia donde Des y yo nos encontrábamos de pie.

—¿La interrogaste lo suficiente mientras no estuve, papá? —preguntó Harry.

—No tan bien como tú lo harías, estoy seguro —Des se giró hacia mí—. Harry debió haber sido un detective.

Pese a la incómoda proximidad a la verdad, sostuve una sonrisa.

Harry tenía una extraña expresión también, pero sus rasgos se suavizaron.

—¿Estás pasando un buen rato, cariño?

—Por favor dime que era un adiós —dije. Sin tratar de evitar que Des escuchara. Era una petición sincera, una que podía hacer y aun así mantener intacta nuestra cubierta.

Harry me tomó suavemente del brazo y me llevó a una esquina desocupada de la habitación. —No sabía que ella haría eso. Lo siento.

Sentí mi expresión derrumbarse. —Desearía que pudieras haberlo visto a través de mis ojos y luego escucharte decir que ella está en el pasado con mis oídos.

—Se estaba disculpando, Louis. ¿Qué se supone que debía hacer?

—No lo sé... no lucir tan desconsolado.

Me miró fijamente, sin palabras.

Rodé los ojos y tironeé su mano. —Vamos, volvamos a la fiesta.

Se alejó de mí. —Lo estoy, Louis. Estoy desconsolado. Lo que sucedió es malditamente triste.

—¡Genial! ¡Vamos! —dije, mis palabras goteando falso entusiasmo y sarcasmo.

Lo empuje pasándolo, pero agarró mi muñeca y me tiró contra él. Llevó mi mano cerca de su mejilla y luego se giró para besarla, cerrando los ojos.

—Es triste porque ha terminado —dijo contra mi mano, su cálido aliento en mi piel. Se volvió y me miró a los ojos—. Es triste porque tomé una decisión que ha cambiado para siempre mi relación con mi hermano. La lastimé, a Henry y a mí. La peor parte es que pensé que era justificado, pero ahora, me temo que todo fue para nada.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, mirándolo con recelo.

—Amé a Carolina pero, no de esta manera, no como a ti.

Miré alrededor. —Para, Harry. Nadie puede escucharte.

—¿Tú puedes? —preguntó. Cuando no respondí, dejó ir mi mano—. ¿Qué? ¿Qué puedo decir para convencerte?

—Sigue diciéndome lo triste que estas por perder a Carolina. Estoy seguro de que con el tiempo va a funcionar.

—Solo me escuchaste decir que estoy triste. Ignoraste la parte sobre esto siendo más.

—Esto no es más —dije, riendo una vez—. Nunca será algo más. Tú mismo lo dijiste. Siempre la amarás.

Señaló hacia el otro lado de la habitación. —¿Lo que viste allá? Eso fue una despedida. Se casará con mi hermano.

—También te vi dolido por ambos.

—¡Sí! ¡Es doloroso! ¿Qué quieres de mí, Louis?

—¡Quiero que ya no la ames!

La música estaba entre canciones, y todos se giraron hacia la esquina donde Harry y yo nos encontrábamos. Carolina y Henry hablaban con otra pareja, y Carolina se veía tan humillada como yo me sentía. Metió el cabello detrás de su oreja, y luego Henry la guió hacia la mesa del pastel.

Hermosa Redención (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora