Capítulo 40 - Super Hornets contra wyverns

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Residencia Simond, A las afueras de Gnadarkald, Condado de Gnario'ur, Imperio de Timese

Día 25, Mes de Zoicius, Año 207

07:44:23

Otro día, otro hermoso amanecer que llegaba al Imperio de Timese, con el cantar de los pajarillos, la fresca brisa de la mañana y el sol resplandeciente que se empezaba a asomar sobre el horizonte al oeste de Patacuci.

Sentado en una mesa en la parte trasera de la Mansión Simond estaba el patriarca de la casa en cuestión, disfrutando de su desayuno con la compañía de los sonidos serenos de campo que su propiedad ofrecía. Casi parecía como si la paz nunca se hubiese esfumado, pero Gallien sabía perfectamente que eso era una mentira, y que amaneceres tranquilos como estos ya tenían los días contados.

El cantar de los pájaros sería reemplazado con los gritos de guerra desesperados de hombres que marcharían ciegamente hacia una muerte casi segura, el olor de la naturaleza con el de la muerte, el verde del pasto teñido con el rojo de la sangre derramada de hombres, mujeres y niños inocentes, y el cielo quedaría cubierto con los humos negros de un campo de batalla que fue escenario de una masacre de la cual ninguna palabra en el lenguaje de Patacuci podría describir.

Esa, era la realidad de la batalla que Gunderic ansiaba tener con la República de Venezuela. Una repetición de su desastre con la Marina Imperial pero a una escala mucho más sangrienta y destructiva. Y de esto no parecía haber salvación alguna, ni siquiera huir se podía dada la destrucción de la única vía de escape posible con los puentes sobre el Río Ornif al oeste de Timese, por lo que la única alternativa que quedaba era quedarse y luchar una batalla imposible contra un enemigo desconocido que de alguna forma poseía un poder de destrucción que nadie en Patacuci en su sano juicio podría conceder.

'Simplemente no podías conformarte con lo que ya tenías, ¿verdad? Tenías que seguir invadiendo de manera indiscriminada sin pensar que en algún momento iba a ocurrir algo como esto. Maldito seas mil veces, Gunderic. Maldito seas tú y tu maldito orgullo que nos condenó a muerte a todos.'

Dijo Gallien para sus adentros con un sentimiento de rabia e indignación al pensar que todo esto ha sido el resultado de la avaricia y la obsesión de un hombre en demostrar lo que a su parecer un verdadero gobernante debía hacer por la gloria de su nación. También seguía consternado por su inesperada reinstauración en el Ejército Imperial y la devolución de su antiguo rango por órdenes explicitas de Gunderic.

Gallien no era ningún tonto, él sabía perfectamente que Gunderic debía de tener algo entre manos y que de ninguna manera esto lo hizo por bondad o en un intento de pasar página por lo que pasó Timberwich con Demetrios, de hecho, puede que hasta Demetrios estuviese involucrado y todo esto fuese una trampa para humillarlo una vez más, aunque dada la mala relación entre los dos y el odio de Demetrios hacia Gallien, tal posibilidad era poco realista.

Pero antes de que Gallien siquiera pudiese seguir pensando en sobre las verdaderas intenciones de Gunderic, una serie de ruidos súbitos que consistieron de objetos cayéndose y gritos que provenían desde el interior de su mansión, y de inmediato se volteó hacia la puerta que era la entrada principal del jardín trasero. En el momento justo de que los ojos de Gallien se posaron en la puerta, esta se abrió súbita y bruscamente, y al instante los causantes emergieron en la forma de hombres altos en armaduras negras que Gallien reconoció de inmediato, y la visión de estos hombres en su mansión hizo que también dedujese lo que debía de estar pasando.

'¡Hardegin! ¡Eso significa que...!'

Y como si por acto de invocación se tratase, Demetrios El Cobless también emergió desde el interior de la mansión, con la vista fijada en Gallien y de la cual se notaba que estaba extremadamente furioso, y eso no era para nada una buena señal.

Una nueva Venezuela en un mundo de fantasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora