Capítulo 31 - La traición de una Emperatriz

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A las afueras de Grastall, Condado de Graybardia, Imperio de Timese

Día 21, Mes de Zoicius, Año 207

20:12:35

Cabalgando por la carretera que cruza el Condado de Graybardia, localizado a unos 150 kilómetros al sur de Gnadarkald, se encuentra un carruaje de tolda blanca jalado por dos caballos. Dentro de dicho carruaje van varias figuras que todas llevan puestas una bata marrón que las cubre de pies a cabeza, y debajo de la bata de una de estas figuras está nada más y nada menos que la Emperatriz del Imperio de Timese: Persida El Cobless, esposa del Emperador Gunderic El Cobless, y la madre de los príncipes herederos al trono Demetrios y Amelia El Cobless.

Hace apenas unas horas, la Emperatriz junto con sus sirvientas personales se fugaron del Palacio Imperial en medio de un despiste de la Guardia Imperial y se robaron uno de los carruajes que se guardan en el patio trasero y que es usado para comprar traer bienes al palacio.

Luego de eso navegaron por las calles de Gnadarkald evitando las patrullas de la Guardia Imperial y en cuestión de 20 minutos lograron salir de la ciudad y entrar en el campo sin alertar a nadie en el proceso.

¿La razón que la llevó a realizar tal acto? Ir hacia al Reino de Rovia, el lugar donde según el alto mando militar de Timese estaba albergando a las fuerzas invasoras de la infame República de Venezuela, intentar negociar un cese de las hostilidades para así evitar la destrucción total de Timese o al menos evitar que ocurra un baño de sangre inocente.

Pero lo que más quería la Emperatriz, y lo que en realidad la llevó hacer lo que hizo, era volver a ver su querida hija Amelia que había sido secuestrada por la gente de la isla de Olvia.

Ella sabía de la carta que habían dejado en el palacio de su hija el día en que la secuestraron y de su contenido ya que ella también lo había leído y por un momento también creyó que los venezolanos iban a cumplir su amenaza de matar a Amelia y dejar su cabeza en el trono de su esposo.

Pero había una parte de ella que le decía que la carta no era más que un intento para intimidar a su esposo y que ella aún seguía con vida y lo más seguro es que se encontraba captiva en la isla donde habitaban los venezolanos.

Al menos esa era la esperanza a la que la emperatriz timesiana se aferraba ya que para ser honestos, era lo único que le motivaba a seguir adelante con esta misión la cual no tenía precedente alguno en la historia reciente ya que la sociedad de Timese desde su fundación ha girado entorno a la idea de no nunca aceptar la rendición y de luchar hasta el final, por lo que Persida tenía la certeza absoluta de que lo estaba haciendo iba a ser considerado como un acto de traición imperdonable el cual tendría que pagar con su vida en la plaza principal de Gnadarkald frente a cientos de personas.

Uno pensaría que su esposo le perdonaría la vida y que podría entender el porqué de sus acciones, pero Gunderic ya había dado a Amelia por muerta y lo único con lo que estaba obsesionado era derrotar a la República de Venezuela a toda costa.

Y nadie ni nada iba a detener su sueño de ver la bandera imperial ondear sobre todas las ciudades capitales de Patacuci.

Lo único que le importaba a Persida era volver a ver a Amelia...o si fuese el otro caso...poder darle un entierro apropiado a aquella persona que tanta alegría le trajo a su vida luego de que no pudiese tener la oportunidad de criar a Demetrios debido a las tradiciones de la Familia Imperial que le prohibieron criarlo de la forma en que ella hubiese querido ya que en el Imperio los hombres y las mujeres deben seguir los roles y obligaciones que deben cumplir en la sociedad.

Una nueva Venezuela en un mundo de fantasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora