Capítulo 14. Un sueño o dos que pueden hacerse realidad

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SIENNA

Michelle, Mónica y Charlotte (por no hablar del equipo de cámaras) observaban desde el salón cómo Aiden y yo nos aferrábamos el uno al otro.

Sin mirarlos, me cogió en brazos y me llevó hasta su despacho.

Cerró la puerta.

- Siento haberme ido durante tanto tiempo —murmuró en mi pelo.

- Me alegro de que estés en casa —dije, levantando la barbilla para besarle apasionadamente.

Se separó y me miró, con las cejas levantadas.

- ¿Por qué demonios está mi madre aquí?

- Es... complicado.

Su expresión se hizo más sobria.

- Lo siento —dijo de nuevo—. Siento no haber estado ahí cuando me necesitabas.

Sus palabras me calmaron, limpiando toda la confusión que había sentido durante días.

Todo: el programa de televisión, mi distanciamiento de Michelle, mis temores tácitos de que siguiera el mismo camino que Emily.... Todo empezó a pasar a un segundo plano.

Y entonces sus labios terminaron lo que sus palabras habían empezado.

Me llevó al sofá, donde me acurruqué en sus brazos, saboreando su calor, la suave firmeza de su cuerpo.

Nos besamos de nuevo, y sus manos empezaron a viajar, alimentando mi creciente hambre de él.

Me subí a su regazo, y él me desabrochó la blusa, enterrando su cara en mis pechos.

Tanteé su pantalón.

Sus manos subían y bajaban por mi espalda, cálidas a través de la seda de mi top.

La alegría floreció en mi corazón cuando lo besé profundamente y luego le quité la camisa.

Dios, lo había extrañado tanto.

Sólo habían pasado unos días, pero estar con él ahora se sentía tan bien, como si me hubiera faltado un brazo y no me hubiera dado cuenta.

Sabía que el mero hecho de estar con mi pareja no podía resolver todos mis problemas. Sólo yo podía hacerlo, pero por el momento lo único que quería era olvidarlos por un rato y perderme entre sus brazos.

Aiden deslizó mis vaqueros sobre mi culo y los bajó.

Me levanté y me quité el resto de la ropa con impaciencia.

Lo siguiente que supe es que él también estaba desnudo.

Por un momento, nos miramos el uno al otro, bebiendo en la vista de los cuerpos del otro.

- Lo significas todo para mí, Sienna —dijo.

Era tan hermoso. No tenía palabras para la emoción que me llenaba mientras lo miraba.

Entonces sonrió y me agarró.

Mis manos acariciaron sus bíceps mientras me levantaba y me apretaba contra la pared.

Levanté las piernas y me entró de un solo empujón.

Jadeé mientras él entraba y salía, una y otra vez.

Por fin me sentí completa de nuevo.

Apretando las piernas en torno a él, con su aroma, de cítricos y cedro, rodeándome, me empujé contra la pared, empujándolo más profundamente.

Lobos milenarios (libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora